Los juguetes sexuales, pese a ser juguetes y ser muy divertidos, no son para niños. Es en este punto en el que todos estamos de acuerdo, menos los responsables de la organización holandesa ‘Free a Girl’ que, con buenas intenciones y en su labor en contra de la prostitución infantil, han provocado una polémica tal que se han situado en la diana de todas las críticas al realizar un spot publicitario en el que muestra a niños de corta edad jugando con consoladores sin ser conscientes de que lo que tienen entre sus manos no son ni coches de carreras, ni carrozas de princesas Disney, sino artilugios diseñador para producir placer en unos juegos que, evidentemente, no deberían aprender los pequeños de la casa hasta bien entrada la adolescencia.
[Ya hay consoladores con la cara de Justin Bieber]
Esta organización holandesa trataba de denunciar la prostitución infantil, un cometido con el que todos nos sentimos involucrados, pero quizá las formas hayan sido contraproducentes en su labor. En la polémica campaña publicitaria se muestra cómo unos ilusionados niños abren unos regalos, para más tarde descubrir que en el interior de las misteriosas cajas hay juguetes sexuales, es decir, otro misterio para ellos.
“Es como un corazón”, “parece un delfín” son algunas de las inocentes apreciaciones de estas niñas al descubrir su obsequio, demostrando su ingenuidad a la hora de tratar con este tipo de aparatos del placer. La organización ha velado en todo momento por la integridad emocional de estos menores, tratando en la medida de lo posible que su imagen no se reconozca, pixelando sus rostros durante el spot. Aun así, muchos han tildado la iniciativa como “excesiva”, “desagradable” o “de mal gusto”. Quizá, hayan llegado a la raíz de esta lacra social llegando a tal extremo y demostrando que, evidentemente, “el sexo no es un juego de niños” y, como tal, ellos deben quedar al margen de tales actividades en las que su voluntad está mermada por su inocencia.
No a la prostitución infantil, aunque acabar con ella se deba pasar el mal trago de ver cómo una niña de 7 años juega con un consolador como si de un delfín se tratase o, como sucede en el final del vídeo mediante una cámara oculta, se escuche a esta misma niña narrar cómo se prostituye. Si es duro, conciencia. Y, quizá, sea lo mejor.
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