“Nunca encontrarás el arco iris si siempre estás mirando hacia abajo”. Optimismo, ternura, inconformismo y una tremenda humanidad… muchas son las palabras que pueden definir la figura de Charlie Chaplin, uno de los genios del cine y cuyo principal personaje –que resuena en la memoria universal con múltiples nombres: Charlot, The tramp, El Vagabundo, Carlitos… – cumple ahora su centenario tras su primera aparición en Kid Auto Races (1914). Más artista que sólo cineasta, su vida estuvo siempre unida al arte desde múltiples facetas: actor, humorista, compositor, productor, director, escritor… Por eso, desde Malatinta no podemos dejar escapar la oportunidad de rendirle un merecido homenaje.
Barcelona, Irlanda, Suiza, Hollywood, Cannes… muchos son los lugares en los que puedes toparte de bruces con este entrañable personaje gracias a alguna escultura homenaje, sin embargo es Bristol el que cuenta con el lujo de acoger un homenaje específico por este centenario con el Festival Slapstick 2014 dedicado a este vagabundo memorable este año. David Robinson – la primera autoridad en Chaplin – ha presentado estos días allí un estudio visual de los primeros cien años de este vagabundo, que incluyen desde la elección, casi improvisada, de su vestuario ajado, hasta la inmortalidad que le otorgaría éste tanto tiempo después.
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Muchas son las joyas cinematográficas que Chaplin creó durante una vida dedicada con pasión al espectáculo que inició con tan sólo cinco años. Capaz de reinventarse a sí mismo tras la incorporación del sonido al cine mudo que le había caracterizado – algunas de sus inolvidables obras de arte cinematográficas son sonoras- Chaplin estuvo comprometido no sólo con la grandeza del cine sino también con la del ser humano. Conocidas son sus críticas desde el celuloide, y también verbales, hacia la deshumanización industrial, el totalitarismo, la caza de brujas de McCarthy… Sin embargo, pasará a la posteridad iconográficamente a través de la sencillez y humildad de un personaje vagabundo, ingenioso y pícaro que salía al paso a duras penas y gracias a humorísticas mañas en una sociedad marcada por una élite inmovilista.
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Bastan sólo tres elementos – bombín, bastón y bigote – para identificar a este personaje con el que debutó en 1914 y que ha conseguido durante décadas arrancar sonrisas a distintas generaciones. Eternas serán sus míticas escenas del banquete que puede esconder una insípida bota en La quimera del oro, su irrupción al interior de una máquina industrial en Tiempos Modernos o las lágrimas de dulzura que desprenden piezas como The kid. Esta ternura es quizá la más presente en las ilustraciones y representaciones con las que desde hace cien años han expresado diversos artistas bajo la intención de inmortalizar aún más a este actor británico y a su personaje.
La fotografía ha sido fiel testigo de su trayectoria personal y profesional. El Musée de l’Elysée cuenta por ejemplo con un archivo fotográfico dedicado a Chaplin, una gran colección con cerca de 10.000 fotografías que documentan toda su carrera – y un patrimonio cedido por su familia- y que recoge instantes sobre la filmación de sus célebres cortometrajes, copias, negativos, junto con instantáneas de su vida personal.
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Célebres son las fotos de Edward Steichen o las creadas en 1914 para la Keystone Studios. Y es que la fotografía nos ha permitido inmortalizar retazos de su vida que también retratan su personalidad, como su encuentro con Ghandi o Albert Einstein: se dice que cuando escuchó al celebérrimo científico decirle: “Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira”, Chaplin le respondió: “Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo entiende”.
Otra gran figura histórica caminó de forma paralela con Chaplin, a pesar de sus divergentes caracteres y cuya única semejanza era un reducido bigote y que Ambos nacieron la misma semana del mismo año: Hitler. Su parodia del dictador le acompañaría siempre en la que quizá fue su mejor película a pesar de que se trató de su primera incursión en el cine sonoro. Varios artistas se han volcado en reflejar esta curiosa ‘simbiosis’ a través del arte: Hub Weber hacía hincapié en la trascendental diferencia que puede implicar la presencia o no de un bombín entre ambos, una idea de la que bebió Olly Moss para reinterpretar desde un prisma minimalista el cartel de El Gran Dictador. Muchos son los carteles reinterpretados y rediseñados a lo largo del tiempo y muchos los artistas que le reinventan a través del tatuaje o creaciones como las del artista Loui Jover, del que ya hemos hablado, entre otros.
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Mago de la expresión corporal, genio de las emociones, creador de la risa… Chaplin se ha convertido en un inmortal del cine a quien, a pesar de la tardanza, no le dejan de llegar reconocimientos de un público fiel que sigue a rajatabla una de sus premisas: “Un día sin reír es un día perdido”.