Paseando por la ciudad de Toledo, se puede apreciar la magnificencia de la llamada Ciudad de las Tres Culturas. El pasado está muy presente por todo el urbanismo de la ciudad. Desde sus calles angostas, pequeñas, casi diminutas en algunos tramos, estrechas que casi se pueden tocar entre sí los balcones de las casas, hasta sus edificios cuidadosamente conservados, todo parece mantener un encanto que transporta a la Edad Media. La Catedral se alza poderosa en la plaza principal, con un riquísimo ejemplo de escultura gótica que siempre merece una visita, aún a sabiendas del precio de la entrada al lugar.

Esa escultura es la que podemos encontrar en cualquier ciudad europea, fruto de un movimiento cultural que unió el continente por diferentes lados. Las diferentes corrientes artísticas han sido el sello de unión y de distinción del viejo continente en todo el mundo. Desde el arte Romano, pasando por el recogimiento del Románico, siguiendo por la luminosidad del Gótico y hasta acabar en el actual siglo XXI, donde ya las ideas circulan no a nivel continental si no global. Durante la Edad Media, las novedades viajaban a través de escritos, de viajeros, de tratados, de artistas que pasaban temporadas en otros países para estudiar de cerca los nuevos fenómenos que surgían. Y la escultura fue una de las artes que ganó en importancia y desarrollo gracias a la labor de esos artistas nada conformistas y que buscaban empaparse de todo lo que ocurría en su tiempo.

A día de hoy, los artistas siguen viajando y empapándose de culturas y corrientes para poder incorporarlas a su imaginario creativo. El ilustrador Ismael Sanz-Peña no se ha quedado conforme con todo lo que sus estudios en Bellas Artes le ofrecían y ha viajado por más de medio mundo para saciar su curiosidad creativa y así incorporarlo a su catálogo de obras. La animación es el campo en el que le gusta experimentar, aunque el dibujo es la base primordial de todo su trabajo. Después de haber indagado todas las posibilidades que le ha ofrecido éste último, ha dado un paso más en el campo de la animación. Sus estudios sobre la escultura de todos los tiempos le ha permitido hacer una profunda reflexión sobre el movimiento inducido a través de una secuencia de imágenes. En ellas enlaza un conjunto de esculturas que pertenecen a un monumento concreto y consigue crear el movimiento innato que se encuentra escondido dentro de ellas.

 

Para ello, ha utilizado como conejillo de indias las esculturas de la Catedral de Nidaros, en Noruega. Situada en la ciudad de Trondheim, la primitiva obra fue construida en torno al año 1070 en el lugar donde reposaban los restos de uno de los reyes más importantes de la dinastía noruega, Olaf II. El edificio sufrió un violento incendio a principios del siglo XVIII que dañó seriamente parte de su estructura. Habría que esperar hasta finales del XIX para que se acometiese una profunda reforma, bajo las Corrientes Historicistas que circulaban por entonces, y que consiguieron recuperar, bajo un neogótico muy acusado, parte del esplendor pasado del edificio.

La secuencia animada deja al descubierto un movimiento escondido que parece cobrar vida a través de la cámara del artista. Tal vez los escultores de la antigüedad considerasen sus obras no sólo como un mero elemento decorativo para embellecer lugares emblemáticos del lugar donde residían, sino también como elementos llenos de vida y movimiento oculto que sólo una mente más abierta y sensible es capaz de captar.

 

La casa Nisser: 26 m2 de disfrute al aire libre