“Mandó construir el así llamado paraíso colgante porque su esposa, que había crecido en la región próxima a Media, deseaba un paisaje montañoso”.  Con estas palabras, el historiador judío-romano Josefo describía en el siglo primero cómo el rey Nabucodonosor decidió crear una de las que sería Maravilla del Mundo Antiguo: los jardines colgantes de Babilonia. Mucho se ha dudado sobre su verdadera existencia, aunque la primera referencia histórica se encuentra recogida en los textos de Baroso, un sacerdote babilónico que vivió durante el siglo tercero antes de Cristo. En ellos, el babilonio narra cómo el rey mandó construir un palacio nuevo con terrazas a distinta altura, donde se plantaron árboles para recrear un paisaje montañoso, para complacer a su esposa Amitis.

Desconocemos si Josefo se inspiró o conoció de primera mano los textos de Baroso. Lo que es cierto es que ambos narran un mismo suceso bajo el reinado del mismo monarca, cuya obra arquitectónica también aparece recogida y descrita por muchos autores griegos posteriores al babilonio. Sin duda alguna, la hazaña en cuestión debió de ser una de las grandes creaciones de la ingeniería que se desarrolló durante su época y tuvo que impactar profundamente a visitantes foráneos que, impresionados, recogerían a través de distintas fuentes lo que aquello supuso para sus atónitos ojos.

Nada queda ya de aquella obra que sería uno de los grandes mitos de la arquitectura y jardinería de las lejanas civilizaciones de Oriente Medio. Pero su recuerdo aún vive en el inconsciente colectivo, inspirando alguna que otra creación contemporánea o rememorando la magnificencia de un pasado cuyas obras parecen insuperables. Y de vez en cuando surgen nuevas creaciones que nos traen a la memoria el recuerdo de este tiempo remoto. La firma arquitectónica Penda lo ha recuperado en forma de proyecto de vivienda, con un resultado sorprendente.

En la ciudad de Kassel, en Alemania, Penda ha edificado una casa un tanto peculiar. El interés de sus ocupantes por la naturaleza es más que obvia. Pero si a ello se suma una preocupación por la nutrición y la necesidad de establecer un huerto natural en tu propia vivienda, el resultado puede ser la casa Yin-Yang.

El exterior, totalmente realizado en madera, tiene un punto de conexión con la obra babilonia. En la parte superior se alza una terraza de forma escalonada, donde se sitúan las plantaciones y el huerto casero que sus inquilinos tanto anhelaban. El conjunto consta de un sistema de riego automático avanzado que podría rememorar el novedoso sistema de riego de los jardines de Nabucodonosor. Cada uno adaptado a su tiempo. La sensación que se tiene de esta terraza es de una total integración con la naturaleza colindante, que iguala en frondosidad y color.

Al interior, el espacio es sencillo. Todo está realizado en madera, buscando la comodidad y la calidez que este material otorga. La distribución destaca por la utilización de espacios de disfrute, como una zona para actividades de ocio y otra estancia para lectura, además de los espacios habituales para la vida diaria. La decoración es mínima, con lo más básico y necesario.

La casa Yin-Yang se convierte así en un espacio digno de disfrute, en todos los sentidos. El trabajo en el huerto se convierte en una actividad tanto de recreo como de utilidad, recordando la necesidad de vivir plenamente integrado en la naturaleza, en sus procesos naturales y en el respeto de sus ciclos y tiempos.

Maravillas de un mundo perdido