27 euros. Esta es la cuantía con la que contaba Gwyneth Paltrow para alimentarse a lo largo de una semana, cuando aceptó el reto que le propuso el Banco de Alimentos de Nueva York. Siete días interminables en los que poco espacio había para productos delicatesen o caprichos con los que saciar la gula tras una larga jornada de rodaje. Un reto al que no sólo se enfrentó la oscarizada actriz, sino también cerca de  47 millones de personas en Estados Unidos, que viven en la más estricta pobreza.

Gwyneth Paltrow en Instagram

Gwyneth Paltrow en Instagram

Sin embargo, mientras que la intérprete lo hacía para apoyar la causa y concienciar a los estadounidenses de la situación de desamparo en el que se encuentran millones de conciudadanos, el resto lo hace por necesidad. Este punto es clave para entender lo que sucedió tan sólo cuatro días después: la actriz abandonó su ‘dieta’ al considerarla demasiado dura para ella. ¿Y para quién no?

Fue el chef Mario Batali el que le propuso a la actriz que se involucrase en este proyecto de concienciación que se englobaba bajo el hastag #FoodBankNYCChallenge. La actriz, que amasa millones por su fructífera carrera, comenzó la aventura con entusiasmo, como así mostró en su perfil de Twitter cuando acudió a hacer la compra. Le debió de parecer escasa. Tras recorrer los pasillos del supermercado comprobando precios, se marchó a casa con tan sólo huevos, lechuga, tomate, repollo, aguacate y tortillas de maíz en su cesta.

Tenía hambre. No lo negaba, pero entendía que el esfuerzo bien merecía la pena. Aunque tan sólo durante cuatro días. “Como lo sospechaba, sólo lo he podido hacer durante cuatro días, cuando me rendí y comí un poco de pollo y vegetales frescos (y para ser honestar, media bolsa de regaliz negro)”, confesaba Paltrow en su blog personal a la vez que anunciaba que había fracasado en el intento. No obstante, quiso dar su brazo a torcer y compartió con sus seguidores varias recetas económicas que encajan a la perfección con los 27 euros que tenía como presupuesto semanal. Lástima que le entrase después hambre y echó mano a los productos que ya atesoraba en la despensa.