Un lago azul de aguas limpias y cristalinas, bajo un telón de fondo de montañas nevadas y majestuosas y un bosque de intenso aroma de aire puro. Noruega es considerado uno de los lugares más bonitos del planeta gracias a unos escenarios naturales de película. Sus fiordos son conocidos y visitados cada año por millones de turistas que buscan una alternativa al turismo cultural tradicional, quedando impresionado por la espectacularidad de los paisajes. No es de extrañar que los vikingos eligieran estas tierras para instalarse a pesar de las duras condiciones climatológicas del invierno. La abundante pesca y madera disponible para la construcción de viviendas fueron algunos de los alicientes para establecerse, aunque seguro que las vistas y el abrupto territorio que lo rodea, que actúa como defensa natural, así como el arraigado culto a la naturaleza, también jugaron un papel destacable.
Sea como fuere, la realidad es que cualquier persona estaría encantada en visitar esas regiones y estar un poquito más en contacto con la naturaleza, desconectar del mundanal ruido y recuperar la paz y tranquilidad tanto de cuerpo como de espíritu. Ello puede llevar a la memoria a pensar en la figura perdida hoy en día del ermitaño, esos ascetas que huían del contacto con el resto de sus semejantes, por un tiempo o durante toda su existencia, para encontrarse a sí mismo a través de la oración, la meditación y el contacto con su yo interior, que buscaban parajes o lugares remotos donde instalarse para no ser molestados, muchas veces en sitios asombrosos como la montaña. Resulta muy interesante cómo estos ermitaños eran capaces de subsistir en esas condiciones extremas, aunque seguro que la ciencia actual podría dar un poco de luz sobre la adaptación del cuerpo humano a climas cambiantes gracias a la fuerza de la meditación interior, como le ocurren a los monjes budistas.
Y es esta idea de la búsqueda de un lugar donde estar en contacto con nada más que la naturaleza, independientemente del propósito con el que se busca, es la que Rindalshytter, una empresa de ocio muy conocida en Noruega, ha querido ofrecer al público. Ha encargado a la firma de arquitectura Snøhetta la construcción de un tipo de cabaña para poder ser instalada bajo cualquier condición climatológica que ofrece el paisaje noruego y disfrutar del ocio al aire libre.
Bautizada con el nombre de Gapahuk, su nombre alude a un tipo de refugio improvisado que es construido durante la escalada cuando el tiempo atmosférico se vuelve borrascoso. Consta de dos o tres paredes y un techo inclinado para que el agua de lluvia escurra y se improvisa con maderas o ramas consistentes. Siguiendo este modelo, la cabaña se construye en madera en su totalidad, tanto al interior como al exterior. El techo a doble agua tiene una pendiente pronunciada en una de las vertientes, recordando a la construcción en la que se basa, con la particularidad de que está recubierta por paneles solares que permiten recoger toda la energía suficiente para dar electricidad al interior.
El elemento sobre el cual se articula la construcción es el salón con cocina abierta, ya que muchos gapahuk se construyen con asientos y un hogar central donde poder realizar un fuego para dar calor y poder comer. Se busca, ante todo, la interacción con el grupo con el que se convive. El resto de estancias, tanto habitaciones como los baños se articulan a partir de un pasillo central que desemboca en este lugar de reunión.
Una construcción que bien contempla todas las necesidades de sus habitantes y cuyo diseño está pensado para que los vientos del Norte incidan con menor violencia sobre la vivienda, que el frío, el calor, la nieve y la lluvia no sean obstáculo para disfrutar de un interior caliente, cómodo y acogedor sin olvidar el aspecto lúdico y de disfrute del exterior que lo rodea.
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