Las carreras de camellos es uno de los deportes más extraños que hay por el mundo. Teniendo en cuenta que incluye la tradición más antigua de Oriente Medio con la tecnología más puntera de los últimos años, la robótica entra a formar parte de las carreras de algunos países árabes. Muy curioso. Hay carreras por todo el mundo y no en todas ellas participan personas, como pueden ser la de caballos -aunque lo normal es que vayan con jinetes- o perros u otros animales.
Pero las carreras de camellos han sabido sobrevivir con el pasar de los siglos y adaptarse a la nueva legislación vigente, que prohíbe que los humanos monten estos animales para este tipo de concentraciones deportivas. ¿La alternativa? Sustituir a las personas por pequeños robots a los que todos jalean como si fuesen estrellas deportivas.
Desde hace 10 años, en Oriente Medio no se permite a los humanos montar camellos para estas carreras. En su lugar, y con el único objetivo de preservar su cultura y una de las carreras más singulares del mundo, se han visto obligados a cambiar a los jinetes por robots. Pero estas máquinas están diseñadas específicamente para esta función, dado que no se tratan de meras tostadoras al trote sobre camellos.
Robots en las carreras de camellos
Estos robots jinetes son estructuras sencillas compuestas por una batería, un pequeño motor y una fusta, que se mueve bajo el control de los dueños de los camellos para motivar su carrera. Estos dispositivos son manejados por control remoto para que sigan las instrucciones precisas que los dueños impongan. Además del mando que controla estas funciones motrices, también se ha incluido un dispositivo a modo de walkie talkie para que el animal escuche también cuáles son los pasos a seguir para alzarse vencedor en la competición.
Cabe destacar que, gracias a la decisión de bajar a las personas de las carreras de camellos, el espectáculo ha salido ganando. No solo por convertirse en un reclamo único para los turistas, al ser una de las carreras más extrañas y peculiares del mundo, sino porque ahora los camellos han reducido el peso con el que deben cargar y la velocidad que alcanzan aumenta considerablemente. Todos ganas: el público disfruta del espectáculo, los dueños siguen haciéndose de oro con las apuestas y, sobre todo, los animales no sufren.
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