Con la llegada de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, el siglo XIX supuso un cambio de 180 grados para el todo entramado urbano a nivel europeo. El rápido desarrollo de las ciudades, de los transportes, la industria y el comercio sugiere una amplia transformación del sector de la construcción. La aparición de nuevos materiales, como el hierro, el acero, el cemento, el vidrio y el hormigón armado, llevó a un amplio desarrollo de los estudios de ingeniería para buscar innovadoras soluciones técnicas y estructurales para aplicar en su utilización. Pero también el crecimiento urbano dio lugar a la aparación de nuevos espacios nunca antes construidos como ferrocarriles, estaciones de tren, mercados, palacios de cristal para albergar exposiciones… La arquitectura del hierro surge como exponente de un momento histórico donde nace de una sociedad industrial y urbana en auge que crece a un ritmo vertiginoso.
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Fue en el año 1779 cuando se construye en Coalbrookdale, Reino Unido, el primer puente en hierro fundido. En muchas fábricas empiezan a introducirse vigas de hierro en sus estructuras para aligerar las cargas de los gruesos muros. Pero habrá que esperar a que sean los arquitectos franceses los que hagan del hierro el emblema de la arquitectura de las nuevas ciudades que surgen con el desarrollo industrial. Muchos son los hitos que marcan el arranque de este momento y que ponen el pistoletazo de salida a lo que será el gran cambio social de la vida rural a la vida urbana, como conocemos actualmente. Uno de ellos es la construcción de las estaciones de tren, que marca el desarrollo de los medios de comunicación terrestre y la importancia de la conexión con las principales ciudades de un país. Y entre muchos otros podemos citar la creación de galerías comerciales, puentes, invernaderos y mercados. Son éstos últimos los que se han reinventado para convertirse en lugares de reunión y encuentro, como nuevo símbolo de las ciudades actuales y de la sociedad de consumo y bienestar, conservando su esplendor arquitectónico pero ampliando y renovando su utilidad. Se recupera así una arquitectura que en su día fue útil y ahora sirve para albergar un lugar de ocio y disfrute.
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Así, viajando hasta Budapest se encuentra el Mercado Nagycsarnok, creado a finales del siglo XIX y que es, actualmente, el más antiguo de toda Hungría. Consta de más de 10.000 metros cuadrados y es un claro ejemplo de la arquitectura decimonónica del hierro. Fue gravemente dañado durante la Segunda Guerra Mundial pero ha sido restaurado y ha recobrado el esplendor de antaño, con una oferta gastronómica local muy interesante.
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En el barrio de Östermalm, en la ciudad de Estocolmo, se encuentra un verdadero ejemplo de arquitectura decimonónica que mezcla fachada de ladrillo y la arquitectura afrancesada del hierro. La torre exterior de ladrillo descubierto contrasta con las vigas de metal interior y el techo de cristal que lo recubre. La oferta gastronómica de productos locales e internacionales es su punto fuerte.
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No muy lejos de Suecia, Gustaf Nyström construyó en 1888, en Helsinki, un espectacular mercado cubierto llamado Kauppahalli viajando, previamente, por Europa y conociendo la arquitectura de esta tipología de edificios en persona. La variedad gastronómica que presenta, que incorpora productos para vegetarianos y cocina oriental, es junto a su ubicación la mejor carta de presentación para este complejo.
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Si se baja en el mapa hacia el sur de Europa se encuentra uno de los mercados más antiguos y populares de Florencia. Situado a pocos metros de la basílica de San Lorenzo, que alberga las tumbas de los banqueros más famosos del Renacimiento, los Médici, el Mercado Central de Florencia fue contruido por el célebre arquitecto de la galería Vittorio Emmanuele de Milán, Giuseppe Mengoni. En él se vendían especias del Lejano Oriente y artículos del Norte de Europa. Hoy en día, la variedad que ofrece es mucho mayor y se puede encontrar desde pasta fresca, café o quesos hasta una librería entre sus puestos.
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En España hay importantes ejemplos de la arquitectura decimonónica en edificios como el Mercado Central de Valencia. Esta construcción fue llevada a cabo por Francesc Guàrdia i Vial y Alexandre Soler i March en el año 1914. Su estilo modernista es inconfundible y en su interior alberga la mayor oferta de productos frescos de toda Europa. Su gran entrada exterior, realizada en ladrillo y decorada con elementos en piedra y cerámica, recuerda la fachada de una iglesia. En esta misma ciudad, Francisco Mora construyó el Mercado de Colón en 1916, un claro ejemplo también de arquitectura modernista con influencia de Gaudí y Domènech Montaner y que fue proclamado Monumento Nacional. Su impresionante cúpula, realizada en cerámica, hierro y cristal, alcanza los 30 metros de altura. Su exterior resalta por la combinación del ladrillo y decoraciones en piedra y cerámica.
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Desde 1217 es muy conocida la venta de productos en la Plaza de la Boquería en Barcelona. Ello dio lugar que a partir de 1470 se creara una feria de venta de productos agrícolas que procedían de los cultivos próximos de las huertas de San Antonio, San Beltrán y San Pablo. Después pasaría a ser el mercado de la paja. No fue hasta 1836 cuando se encarga a Mas Vilà el proyecto de un mercado, conocido como La Boquería, para el lugar y que se complementaría con la construcción de una cubierta metálica en 1914. Este pequeño rincón gastronómico complementa su oferta con cursos de cocina para chefs de todas las edades.
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Para terminar este breve recorrido hay que desplazarse hasta la capital de España para acercarse al célebre Mercado de San Miguel. Emplazado en la plaza que le da nombre, fue un mercado de pescado al descubierto hasta que el arquitecto Alfonso Dubé le dio vida sobre el plano en 1916. Fue realizado en el estilo de la arquitectura del hierro, muy influenciado por el mercado de Las Halles en París, y decorado al exterior con una crestería de cerámica. El acristalamiento que lo recubre es muy posterior. Desde su remodelación alberga uno de los lugares de interés enogastronómicos de toda la ciudad, contando entre su oferta productos biológicos y aquellos con certificado de excelencia. Un lugar donde quedar con los amigos y disfrutar de unas cañas y de los mejores vinos.
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Quedan muchos otros ejemplos más en el tintero que son exponentes de una época y una sociedad en continuo cambio y transformación y que han sabido adaptarse a las necesidades y a la evolución de unas ciudades cada vez más cosmopolitas y multiculturales, así como mantener su propio espíritu y ser el máximo exponente de un siglo que marcó el nacimiento de lo que hoy son las ciudades europeas