“La creatividad es una droga sin la cual no podría vivir”. Con esta afirmación tan contundente no es de extrañar que Zarah Abraham haya sorprendido a muchos con su particular forma de entender el arte. Nacida en Bavaria (sur de Alemania) aprendió a manejar los pinceles desde muy corta edad y, hasta el día de hoy, el arte es el único medio a través del cual ha llegado a expresar su naturaleza humana por completo.

Siendo adolescente, sus padres la enviaron a estudiar a un internado inglés. Sin embargo, no fue hasta que conoció la filosofía de Jiddu Krishnamurti cuando logró llegar a un auto-entendimiento de sus habilidades artísticas. Gracias a estos conocimientos fue capaz de desarrollar un grado de creatividad que se manifiesta  a través de un “amor” y “dedicación natural” hacia todo lo que crea.

Después de graduarse viajó por diferentes ciudades europeas hasta que se trasladó a Ecuador. Allí pudo conocer de primera mano la vida de las tribus indígenas cuya influencia es patente en toda su obra. Como ella misma lo ha definido: “mi obra busca aunar la cultura Pop con un toque de arte indígena”.

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Es su necesidad vital de sentirse un espíritu libre, cuando  el viento acaricia su rostro y la naturaleza vibra a su alrededor, la que le ha llevado a vivir en el campo y a relacionarse con los indígenas. Su fascinación por estas culturas se refleja a la hora de captar sus actitudes, sus rasgos raciales, sus vestimentas e incluso la fuerza de sus miradas. Ello le ha llevado a tomar ciertas manías a la hora de poner en marcha su proceso creativo, ya que es muy común ver a Zarah con el pelo suelto, vestida con ropa cómoda, descalza y sentada en el suelo pintando con tizas, óleo o cualquier otro tipo de pigmento, algún rostro humano de rasgos nativos.

Y no sólo el arte y cultura de América del Sur se refleja en su temática. Una de las características más comunes en todas sus pinturas es la sensación de movimiento que desprenden. Nada permanece estático en ellas. Desde figuras danzando, animales que saltan o  retratos con el pelo mecido por el viento, todo nos conduce a una sensación de viveza constante.

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La necesidad de cambio y movimiento es la que le ha conducido a abarcar diferentes formas de expresión artística. Siguiendo la máxima de Pablo Picasso de “todos los niños nacen artistas, pero el problema es cómo seguir siendo artista al crecer”, Zarah ha conseguido mantener esa curiosidad e interés infantil desarrollando otras facetas a través de la escultura, el diseño, la caligrafía arábiga, la fotografía, el cine, la danza, la música, los tatuajes de Henna, la escritura…  todo ello siempre relacionado con lo exótico de las culturas más ancestrales.

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