La belleza es uno de los conceptos con mayor número de definiciones, a lo largo de los siglos, en el mundo del arte. Los cánones o medidas de lo que puede ser bello ha ido variando a lo largo de la civilización humana en cortos períodos de tiempo. Lo que era bello hace 30 años no lo es tanto en la actualidad. Y lo que es bello en este momento no lo será en un futuro no muy lejano. Los únicos capaces de dar una definición permanente de este vago concepto fueron los griegos. Para ellos, lo bello era aquel objeto que guardaba armonía de las partes con el todo. Todo aquello que aspirase a tener la categoría de bello debía tener unas medidas y unas proporciones adecuadas entre las partes que lo configuraban. Se podría decir que aquello que es bello es algo que guarda equilibrio entre todas sus partes y en su totalidad.

Y Belleza es justo el título de una exposición que se está realizando en el Museo de Arte de Austria (MAK). Este escenario es, sin duda alguna, el mejor que los artistas Stefan Sagmeister y Jessica Walsh podían elegir para desarrollar esta exhibición. El MAK es el museo del diseño por excelencia, donde se pueden encontrar desde muebles medievales, porcelana china o sofás estilo Biedermeier hasta los objetos de los famosos talleres Wiener Werkstätte o el boceto para la decoración del palacio Stoclet de Bruselas, realizado por Gustav Klimt.

Belleza ocupa así la totalidad de los espacios del MAK para que los visitantes puedan reflexionar cuál es su propia definición sobre este concepto. Con una instalación formada con 270 bolsas de plástico de color blanco, más de mil ventiladores y 45 circuitos permiten que realicen un movimiento repetitivo que emula el sonido de las olas del mar al llegar a la orilla de la playa. Para complementar este sonido, la exposición cuenta con elementos decorativos, arquitectura, y vistas de planificaciones urbanas que muestran que la belleza no sólo tiene una función meramente decorativa, sino también práctica, formando parte del todo en el que se integra. La belleza contiene así efectos positivos que ayudan a que las cosas funcionen, no sólo siendo una mera fuente de placer o atracción hacia los otros. La belleza demuestra así no sólo su función visual, también su utilidad en el mundo diario.

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