El 21 de septiembre de 2013 unos hombres armados y enmascarados asaltan un centro comercial en Nairobi, Kenia. Durante cuatro días de angustia y sangre, sesenta personas mueren y centenares resultan heridas. En ese momento, inmerso en la tensión, Tyler Hicks decide sacar su cámara y detener el tiempo. Vemos desde una perspectiva alta a una madre y dos niños abrazados, tumbados en una planta inferior, intentando pasar desapercibidos y así burlar a la muerte.

Observando una fotografía como ésta, en una exposición, podemos pararnos a observar la luz, el ángulo, la obturación o la definición. Pero… ¿qué es lo que realmente diferencia a esta foto de otras? El momento en el que el fotógrafo decidió pararse, no huir, jugarse la vida perdiendo segundos que pueden salvarle y retratar ese momento, para que hoy podamos verla y quede para la historia.

Sara Bleasdale

Además de Hicks, fotógrafos como Sara Bleasdale  son los ganadores de los premios más importantes a nivel mundial en foto periodismo,  los World Press Photo, que hemos podido disfrutar estos días en una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Bleasdale se camufló en el interior de una vivienda, y fue capaz de plasmar la furia y el miedo de la violencia de género. Crímenes a menudo privados u ocultos por las víctimas. Fotografías borrosas, rápidas, que captan la inestabilidad del momento. Es difícil delimitar la delgada línea entre el periodista como profesional y la persona, el ser humano que esta viviendo esa injusticia social, situaciones en las que más de una vez habrá ganado una de las dos partes y el fotógrafo habrá actuado visceralmente y en otras habrá elegido enfriar la cabeza y presionar el botón.

Nos situamos en Gaza, acostumbrados a las imágenes que vemos en televisión, todo parecen escombros y terrenos baldíos. Pero allí hay mucha vida. Tanya Habjouqa nos enseña a tres chicas jóvenes arreglándose para salir de fiesta como podían hacerlo en cualquier otro país occidental sin conflicto. “La gente no se centra exclusivamente en las dificultades de la supervivencia”, se lee en el pie de foto.

Imágenes heladas, paisajes lunares en un desierto de nieve al noroeste de China,  donde solo se distinguen las pisadas de los lobos, lobos que según la denuncia de los pastores,  asesinan al poco ganado que son capaces de conservar en esas gélidas tierras. De China a Bangladesh,  Rahul Taluker captura la lágrima de una mujer que acaba de perder a un familiar en el edificio de ocho plantas que se ha desplomado por estar en pésimas condiciones, matando a 1100 personas. Edificio utilizado por marcas occidentales para fabricar los productos que nos ponemos a diario en Europa o EEUU.

En mitad de una explosión, rodeado de terroristas o después de una desastre natural, entre escombros, el factor humano puede prevalecer por encima de otros y más de uno habrá dejado la cámara a un lado para rescatar a una persona atrapada o simplemente para correr y salvar su propia vida. Todo es legítimo, lo que es objetivo, es que si en algunos de esos momentos, estos fotoperiodistas no hubieran mantenido la cabeza fría no conoceríamos algunas de las barbaridades que suceden en el planeta, porque a veces las palabras no pueden explicar lo que una imagen sí puede.