Un día los hombres volverán la vista atrás y dirán que conmigo nació el siglo XX”, Jack el Destripador, 1888. Alan Moore, el autor del famoso libro From Hell, atribuye esta cita al asesino más conocido de la historia universal. Podemos decir que la época victoriana queda claramente identificada con su figura, con su aterradora historia y con la sangre de las víctimas que perecieron bajo sus manos. Una época donde la pobreza reinaba por los barrios marginales de Londres, una de las ciudades más importantes del momento que atraía a inmigrantes de Rusia, Irlanda y judíos procedentes de la Europa del Este. El exceso de población y la precariedad laboral fueron el caldo de cultivo para que la prostitución y la violencia camparan a sus anchas por ciertos barrios londinenses. Whitechapel, donde ocurrieron los crímenes, no era una excepción.

Y no sólo por el Destripador es conocido este distrito. La zona conserva muchas construcciones en ladrillo y hierro típicas de la arquitectura de XIX. La llegada del hierro supuso toda una revolución en el campo arquitectónico, tanto en las formas como en la estética. Su empleo, junto con la recuperación de los estilos góticos, que tanto caracterizan a la arquitectura inglesa, constituyó un aire fresco que identificó a una época y una sociedad burguesa emergente. Por eso, encontrar aún en pie y en buen estado de conservación uno de estos notables edificios levantados en el siglo XIX supone todo un acontecimiento.

El centro de Londres es uno de los escenarios donde se pueden encontrar este tipo de edificaciones. Muy cerquita del distrito de Whitechapel se encuentra el de Islington, donde se sitúa una pequeña casa victoriana que ha sido adquirida como vivienda habitual por una familia con un niño. El cariño que sienten, en general, los ingleses por las antigüedades y la historia es algo de sobra conocido y aquí se convierte en realidad.

La casa adquirida consta de tres pisos y la remodelación ha sido llevada a cabo por la firma arquitectónica Amos Goldreich. El proyecto ha sido meticulosamente articulado en torno al concepto de espacio abierto, una vivienda que permita una fluidez y comunicación constante entre los diferentes espacios, pero sin romper el concepto victoriano de la creación de la casa. Es decir, conservar lo elementos de la vivienda original, como la fachada, la disposición y los espacios pero adaptándolos a las necesidades de sus nuevos habitantes.

Este concepto de espacio abierto se puede observar en la planta baja. En ella, se ha articulado la cocina abierta al comedor, a su vez en contacto con el salón y un espacio reservado para estudio. Cada una de las habitaciones está definida aunque integrada con las demás, creando una fluidez continua en toda la planta. Además, para contribuir a ello se han pintado de blanco todas las habitaciones, en un claro proceso de dar luminosidad a todo el interior, y se ha utilizado el cristal para las ventanas y las balconadas de la escalera. Se rompe así el concepto de oscuridad, más característico de las construcciones victorianas, para dar un toque personal más alegre, moderno y luminoso.

En cuanto a materiales y usos técnicos, en esta planta baja se encuentra instalado un suelo radiante, que calienta todo el espacio. Además, el uso de madera de roble, que recubre todo el suelo, favorece la conductibilidad del calor. En las otras dos plantas se utilizan radiadores. Además, se cambiaron y actualizaron todas las tuberías y el sistema de electricidad de la vivienda para adaptarlos a la normativa vigente. Las ventanas son de doble cristal y madera de roble.

En la primera planta se sitúan dos dormitorios y el baño principal, mientras que en el segundo se sitúa otro dormitorio, para poder ampliar la familia en un futuro.  El uso de baldosas en los suelos del baño y de la cocina supone toda una novedad, mucho más higiénico que las anticuadas y típicas moquetas. La decoración y el mobiliario son mínimos y muy funcionales.

Al exterior la casa conserva su fachada de ladrillo y su aire victoriano, todo muy British. El techo está recubierto por placas de cinc visto, un material muy práctico y poco contaminante que permite mayor resistencia al tiempo siempre lluvioso de la isla. Además, un pequeño patio interior, cubierto en gran parte con suelo de hormigón, permite tomar el té y hacer las delicias de los trabajos en jardinería a los que son aficionados los ingleses.

Amos Goldreich consigue así que Elfort Road House fusione lo antiguo con lo moderno, respetando la construcción original lo máximo posible, acomodándola a los nuevos usos y funcionalidades de una familia actual, sin salir de la ciudad y al lado del centro de Londres.

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