Si hablamos de una ciudad “santa” por excelencia, a todos nos viene a la memoria Jerusalén. Un hervidero de culturas, donde lo cristiano, lo judío y lo musulmán conviven (en un conflicto permanente) en un mismo lugar. Nunca una ciudad había sido tan disputada como centro de la sacralidad como Jerusalén. Nunca un lugar había sido antes tomado, saqueado y reconquistado tantas veces como ella. Nunca un trozo de tierra había costado tanta sangre derramada por todos aquellos que se la disputan.


Como si el tiempo no pasase por ella, Jerusalén es una ciudad donde el pasado toma toda su fuerza para hacerse viva en el presente. Sus calles, sus casas, sus monumentos, todos guardan ese encanto singular que el tiempo va dejando en los lugares con historia. Las tradiciones siguen latentes en cada rincón, en cada rezo, en cada lamento, en cualquier esquina. Solo los más sabios entienden la fuerza que emana este enclave único y, por ello, muchos son los que, a pesar del riesgo que corren, deciden vivir allí.


Uno de los retos más importantes a la hora de remodelar una vivienda en el casco antiguo de la ciudad santa es conjugar el pasado con lo contemporáneo. El respeto a la arquitectura original es primordial a la hora de actualizar una vieja construcción, dentro de los parámetros establecidos por las leyes de patrimonio histórico de Jerusalén. Pero también es prioritario adaptar esa edificación a las necesidades de sus inquilinos. La arquitecta israelí Shlomit Mamon ha hecho un gran trabajo conjugando historia y modernidad en un proyecto donde todo fluye y encaja a la perfección.


Shlomit Mamon ha llevado a cabo la reforma integral de una casa-cueva que ha convertido en un hogar moderno para vivir. Los trabajos a realizar recuperaban un edificio de 400 años de antigüedad, situado en el casco antiguo de Jerusalén. La dificultad radicaba en que ese edificio tenía un acceso más bajo que el nivel de la ciudad actual, ya que formaba parte del entramado del antiguo cardo romano que atravesaba la ciudad y que unía las puertas de Damasco y de Sión.


Seguramente lo que ha hecho Shlomit Mamon puede ser el sueño de algún arquitecto actual. Una tarea difícil y nada despreciable. Así que, con todo ese legado histórico a respetar, Shlomit ha restaurado la casa-cueva con nota. El interior de la vivienda conserva las formas abovedadas de la cueva. En algunos tramos, esta bóveda queda vista y, en otros, encalada en blanco. El efecto del blanco procura mucha amplitud y luminosidad a un espacio “oscuro” por la ausencia de ventanas.



Los suelos combinan la cerámica, en los tramos del salón, la cocina y el baño, con la tarima en el resto de estancias. El estilo sencillo de la vivienda se complementa con elementos en madera, como el mobiliario. El resultado es equilibrado y sobrio, sin rayar en lo formal. Un hogar único que conjuga como ninguno la tradición y la modernidad de Jerusalén.
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