Instagram. ¿Qué coño le pasa a la gente con Instagram? Sí, en serio. Está bien eso de subir fotos y tal, pero vamos a ver… No sé vosotros, pero yo encuentro perfiles tremendamente ego particulares -con muuuchos seguidores-.
Hay un tipo de perfil muy característico. Personas que sólo (repito, SÓLO) suben selfies. ¡Uy! Un selfie desayunando. Otro selfie comiendo. Otro selfie cagando en el espejo enseñando cacha (suelen estar todos/as muy buenorros/as, todo hay que decirlo). Otro de copas con sus superamigosfantásticosymegamaravillosos. ¡Uy, vaya, qué casualidad! ¡Otro selfie! Lo más curioso es que están disfrutando 24-7 (24 horas 7 días a la semana).
Lo que más descoloca de todo es la cantidad de corazoncitos que reciben. Que me pregunto, ¿si yo subo una foto con la escobilla del wc como hacen ellos, obtendré la misma cantidad de corazones?
Tenemos en cuenta que estamos en la era del «compartir» y enseñar en las redes sociales; que es una nueva forma de comunicar y relacionarse y a todos muchos nos gusta mostrar lo que nos hace feliz o interesa. Vale. Tenemos en cuenta que a (casi) nadie le gusta exponer sus miserias en público, que no es fácil encontrar personas a las que no les avergüence hablar de ellas de forma sencilla y humilde. Vale.
Tenemos en cuenta esos factores además de otros muchos pero, ¿qué pasa? ¿Los dueños de estos perfiles desayunan tazas de ‘Mr. Wonderful’ todas las mañanas y se mueren como los tamagotchis si no reciben su ración de ego diaria o qué? ¿No sufren? ¿No lloran?
Y aquí es donde viene el engaño de las redes sociales.
Que nos sorprenden los capítulos de Black Mirror pero no se alejan tanto lo que ocurre hoy: en tu ciudad, en tu vida, en tu casa.
Ahí estás tú, con tu vida jodidamente normal. Sí, NOR-MAL. Cada uno con su concepto de normalidad, con sus subidas y bajadas. Pero ahí también están las redes sociales, para recordarte lo miserable que eres tú y tu mierda de vida, y lo que mola la vida de otras personas.
¿Dónde está el derecho a sentir emociones negativas y expresarlas? ¿Quién nos ha metido en la cabeza que nuestra rutina tiene que estar rodeada de fuegos artificiales to-do el pu-to ra-to? ¿Alguien recuerda lo que era la tolerancia al aburrimiento o los momentos de silencio entre dos personas ? Eso también forma parte de la vida, de la intimidad. Que parece que nos da miedo palparla en carne y hueso.
Nos bombardean con este tipo de mensajes de forma implícita y al final, llegas a tu casa y acabas renegando de tus emociones y la ‘normalidad’ de tu propia vida.
No se trata de regodearse en el lado oscuro de la vida, se trata de buscar la sonrisa sin negar la tristeza.
Nuestra forma de vivir acaba convirtiendose en lo opuesto a «mejor pájaro en mano, que ciento volando». Hemos huido tanto de la falta de emoción y el compromiso, que nos hemos ido corriendo al extremo opuesto.
Hemos pasado del ‘juntos pase lo que pase y hasta la muerte’, al ‘como tenga que invertir un minuto sudando para tratar de construir algo, no me interesa’. Y todos los extremos, se tocan.
Queremos hacer tantas cosas y queremos estar en tantos sitios, que acabamos estando en ninguno.
¿Dónde estás cuando tomas un café con alguien? ¿O cuando ves a esos amigos con los que hace tiempo que no quedas? ¿O cuando estás cenando con esa persona especial? ¿Dónde coño estás?
¿Dónde está la capacidad de ESTAR?
No en tu móvil ni en otro lado, sino la capacidad de estar en el lugar que estás, con la persona que estás, en el momento que estás. Que nuestra atención se está reduciendo a la que tiene un niño con hiperactividad y déficit de atención, y se nos está olvidando practicar la ‘capacidad de estar’ en el momento presente (igual si hablamos de Mindfulness, que está de moda, nos suena familiar).
De alguna forma todos acabamos siendo víctimas de esta gran obra de teatro. En todas las casas se cuecen habas, y las fotos no siempre cuentan las historias que se viven detrás del telón.
Que no te engañen las redes: ésa, no es la verdad.
ramona ramona
Estas diciendo todo lo que vivimos la gente normal sin maquillaje ni disfraces despertar al mundo normal y diario