La verdadera historia de un pueblo o una ciudad se encuentra escondida en sus propias calles. Cualquier trazado urbano puede dar una idea sobre el pasado histórico de un lugar echando un simple vistazo sobre su mapa. Pero existen otras muchas formas de mantener vivo el recuerdo de un lugar, ya sea a través de nombres de calles, de edificios monumentales, museos, fotografías… Una de las formas más comunes suele ser a través de la realización de esculturas que evocan un momento de gran importancia para un lugar o de algún personaje popular ligado a la vida del mismo. Muchas pasan desapercibidas, otras son reconocibles a simple vista, las más famosas son visitadas por los turistas. Pero, sin duda alguna, las mejores son las que traen a la memoria el recuerdo colectivo de un pueblo unido ante el dolor y la adversidad, ante la alegría y el júbilo, que no olvida que ese pasado les ha llevado a un futuro actual cuyas generaciones se sienten agradecidas por tanto esfuerzo, sacrificio y lucha.
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Paseando por las calles de Dublín se puede topar con las figuras de Rowan Gillespie, un tanto sobrecogedores e impactantes. Durante el año 1845 y 1849, Irlanda vivió la conocida como Gran Hambruna, un periodo en el que se sucedieron varias plagas que destruyeron el cultivo de patatas, junto con un sistema de explotación agrícola inhumano y una política inglesa poco favorable llevaron a la población a una catástrofe en todos los sentidos, tanto demográficos, sociales, políticos como económicos. Las impresionantes figuras realistas del artista irlandés muestran el resultado de esos años de debacle y la situación de las clases obreras y campesinas que no tenían nada para comer. Esculturas broncíneas decrépitas y delgadas, rostros enjutos y cadavéricos, ropajes desgastados y raídos, niños desfallecidos o muertos, en el peor de los casos. Irlanda no olvida ni su historia ni su pasado.
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En la ciudad de Cracovia, muy cerca de la fábrica del famoso Óscar Schidler que salvó tantas vidas durante el Holocausto nazi, se encuentra el gueto judío creado durante la Segunda Guerra Mundial. En él se puede apreciar unas esculturas muy curiosas. Unas sillas metálicas se distribuyen por la gran plaza Bohaterów Gettase con una única finalidad: homenajear a la población judía polaca que fue enviada a este gueto y que, desde aquí, se trasladó al campo de exterminio de Auschwitz o Belzec para ser exterminada. Estas sillas representan el momento en el que los soldados nazis sacaban todos los muebles de las casas del gueto para comprobar que ni incluso los bebés quedaban escondidos en ellas.
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Una cara más amable muestra una serie de figuras que se encuentran a orillas del río Singapur, cerca del puente Cavenagh, en la ciudad de Singapur. “People of the river” son un conjunto de esculturas que muestran las costumbres de la población primitiva que se instaló en la ciudad singapurense, desde el siglo II de nuestra era, y, entre ellas, se encuentras estos niños que disfrutan del juego y del baño en la orilla del río. Alegría, gozo y diversión que se mezcla con el realismo broncíneo que lo representa.
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Viajando por Bratislava hay que estar muy atento por dónde se pisa. En el suelo de la calle Panská puede encontrarse, por sorpresa, con una alcantarilla abierta y de ella saliendo una simpática figura de un hombre, bautizado como el fontanero Chumil. Con ella, la población eslovaca recuerda el periodo de la Segunda Guerra Mundial cuando la población tenía que esconderse de los bombardeos y el asedio nazi en el sistema de alcantarillado de la ciudad.
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Por último, en la ciudad turca de Eceabat se levanta uno de los tantos monumentos que conmemoran la batalla de Galípoli o de los Dardanelos. Durante la Primera Guerra Mundial, las tropas francesas y británicas intentaron invadir y tomar el Imperio Otomano a través de los Dardanelos, con el fin de ayudar a las tropas rusas en su avance contra las potencias centrales, constituidas por el Imperio Alemán, el Impero Austro-húngaro y el Imperio Otomano. El resultado fue a favor de estas últimas gracias a la rápida respuesta del ejército otomano. Las figuras de los combatientes están realizadas a tamaño real y recrean la batalla con gran crudeza.
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