Ahora, cuando lo digital prima por encima de todo lo demás, cuando los personajes creados únicamente por ordenador dominan las pantallas, ahora que se ha perdido casi por completo la creación y el disfrute de ese ‘espíritu artesanal’ del dibujo, es precisamente cuando ha surgido Ernest & Cèlestine; un cuento de animación franco-belga de alta calidad narrativa y además presentado en un formato de lo más original: la estética de acuarela. La película podrá gustar más o menos, pero lo cierto es que es de agradecer que aún haya gente que apueste por lo tradicional.

libroBasada en los cuentos ilustradas de Gabrielle Vincent, Ernest & Cèlestine relata con gracia la historia de un enorme oso, desviado de su carrera de juez y ahora músico ambulante, además de un poco cascarrabias (Ernest) y de una pequeña ratita pizpireta (Cèlestine) que se ve obligada a salir de su mundo subterráneo en busca de dientes de oso, objetos esenciales para la vida del resto de su mundo de roedores. Ernest y Cèlestine, a pesar de pertenecer a mundos totalmente diferentes y opuestos, aprenderán a respetarse y a entenderse mutuamente, situación absolutamente inconcebible para el resto de habitantes de sus respectivos mundos.

Los responsables de la dirección de este proyecto son Stéphane Aubier, Vincent Patar y Benjamin Renner.  Los dos primeros ya se hicieron conocidos en la industria por su anterior proyecto: Panique au villaje, otro cuento de animación, esta vez en stop-motion. Ahora, los tres se han lanzado a esta aventura sobre la amistad, la lucha contra lo establecido, el triunfo de la libertad sobre los prejuicios impuestos por una sociedad tirana que no atiende a razones, y lo han hecho de una manera que, como mínimo, ha conseguido llamar la atención de público y crítica.

Es cierto que Ernest & Celestine tiene un guión básico y sin muchos giros inesperados. Pero precisamente por eso llama la atención la facilidad con la que la película consigue emocionar de esa manera tan simple y tan fluida. Estructurada de manera brillante sobre un contexto regido por unas reglas propias, sin duda es su coloreado de acuarela y su trazo, emulando ese aire manual de pincel que se ha perdido en la era digital, lo que hace que durante toda la película sea imposible no recordar esas ilustraciones de cuentos que todos hemos leído de pequeños, con los que nos hemos emocionado y con los que hemos soñado millones de veces.

[photomosaic ids=»8244,8246,8247,8248,8249″]

Porque Ernest & Cèlestine llega en un momento 200% digital pero sin duda un momento perfecto para hacer un ‘pause’, echar la vista atrás y recordarnos todas esas cosas que nos estamos perdiendo (o mejor, que hemos perdido en el olvido, porque ya casi ni existen). Y sí, es cierto que podría haber resultado una historia un tanto cursi, pero la ternura de los dos personajes protagonistas, la música de Vincent Courtois (que nos lleva de cabeza a la Francia profunda) y esas transiciones perfectas (mucha atención a las dos secuencias de los sueños y la del cambio de estación), hacen el resto para que lejos de resultar remilgada, resulte ser una fábula de lo más bonita y entrañable que este año competirá junto a otras cuatro películas al Oscar en la categoría de mejor película de animación.

Frozen, el último gran éxito de Disney del que ya os hablamos en Malatinta, es la gran favorita. Aunque la posibilidad de que pueda ganar Ernest & Cèlestine tampoco es desestimable. Miyazaki, podría también retirarse del cine Oscar en mano por su The wind rises y tampoco sería un disgusto. Aunque en los Oscar de tanto en cuando nos dan sorpresas y, sin ánimo de ofender a ninguno de nuestros lectores, un Oscar para Despicable me 2 o The Croods teniendo estas otras candidatas en parrilla, sí que sería motivo de lágrimas para muchos.

[photomosaic ids=»8253,8245,8250,8252″]

La madrugada del 2 al 3 de Marzo sabremos si Ernest & Cèlestine recibirá el Oscar o se quedará sin él, como ya le ocurrió a un director bastante aficionado a usar esta técnica.  El corto Your Face, de Bill Plymton, no ganó en aquella edición de los Oscar, pero como anécdota diremos que la jugada le salió estupenda al director que, a pesar de haber perdido, se llevó bajo el brazo una proposición (de un millón de dólares…) de la Disney para que animase al mismísimo genio de Aladdin. Plymton engordó su autoestima… pero sin embargo desestimó la oferta, porque además de aceptar el dinero, debía aceptar ceder todas sus creaciones a la multinacional.

Sea o no la ganadora, Ernest & Cèlestine merece un visionado, aunque sólo sea por la bocanada de aire fresco que aporta a las películas de este género.

¡Os dejamos el tráiler!