Un bosque en plena bruma o con una densa niebla que hace llevar la imaginación a cualquier lugar menos a la realidad. Una playa dentro de su propio reflejo. Una realidad superpuesta a otra. La óptica de una imagen puede dar lugar a millones de interpretaciones. La propagación de la luz, su refracción y su reflexión sobre los objetos ya inquietaba a los grandes matemáticos y pensadores griegos. Manuscritos de esta época han sido conservados hasta nuestros días, donde el enigma luminoso fue esclarecido a partir del siglo XVII, y hasta el mismísimo Albert Einstein dedicó una parte de sus estudios a la óptica cuántica. La artista que ocupa las líneas del artículo de hoy ha tenido muy presente el juego óptico a la hora de realizar sus trabajos. Y, la verdad, que el resultado final no pasa desapercibido.
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Desde Brooklyn, la diseñadora gráfica Victoria Siemer llega con una propuesta fotográfica poco convencional y una calidad casi mágica. Como si de un espejo multidimensional se tratase, sus imágenes ofrecen una perspectiva única a la hora de observar una fotografía y traslada al espectador a una realidad diferente, con diversos puntos de vista para poder ser observada. Realizar un viaje a partir de múltiples vistas, ese parece ser el punto de partida principal de esta diseñadora.
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Para Siemer su trabajo parte de la idea de la “fragmentación emocional” a través de la propia fragmentación íntima y personal de la artista. Los pedazos de fotografía que plasma parecen formar parte de una dimensión, nueva, distinta, tomando un significado nuevo que refleja el emerger a una nueva vida, un mundo completamente diferente pero partiendo de una base tradicional formada por el paisaje de fondo.
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Se van formando una especie de brico-paisajes o paisajes realizados a partir de una fotografía, ya sea un bosque nebuloso, un mar turbulento, un horizonte finito y sereno, que luego yuxtapone con fragmentos de la misma imagen. Esas imágenes fracturadas toman un matiz surrealista que le sirven a Siemer para llevar al espectador hacia la reflexión que busca, partiendo de algo familiar que luego se convierte en algo extraordinario. El elemento humano o emocional queda así reflejado a través del sentimiento que despiertan sus obras en el espectador y que son el resultado de una elaboración artificial llevada a cabo por la artista.
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Fotografía que llega a ser un espejo que da paso a otros mundos, donde no existen leyes gravitacionales, donde lo onírico es posible, donde el espectador puede viajar a través del espacio y el tiempo que han quedado totalmente mutados en una realidad paralela, nueva y diferente. Un viaje por los paisajes del mundo con una óptica que sorprende y que encandila al observador.
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