Uno de los cuadros más famosos de la historia del arte es el que pintó Vincent Van Gogh durante su estancia en Arlés y que inaugura una de sus temáticas más personales. Estos cuadros iban destinados a dar la bienvenida a su amigo Gauguin, con quien conviviría durante dos meses hasta que tuvo lugar el famoso ataque en el que se autolesionó cortándose la oreja. Durante esa época, el sol y el calor se convirtieron en una poderosa medicina para el espíritu atormentado del pintor y fue cuando descubrió en el color amarillo un bálsamo para calmar sus pulsiones. El amarillo se convierte así en símbolo de una época, de las más productivas, y los girasoles en su temática recurrente. Pintará girasoles en todas los ciclos de la vida y abarcando todas las gamas de ocres, naranjas, amarillos y beiges. Y precisamente de soles y girasoles trata el artículo de hoy. La Casa Girasol resulta toda una novedad arquitectónica, como en su día fueron los girasoles de Van Gogh, tanto por el nombre elegido para ser bautizada así como por su diseño exterior.
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El Puerto de la Selva, en Gerona, ha sido el lugar elegido para levantar este proyecto que aúna tradición y modernidad. Este bonito pueblo está situado en la zona del Alto Ampurdán, muy cerca del Cabo de Creus y de una de las joyas de la arquitectura románica española por excelencia: el Monasterio de San Pedro de Roda. Esta zona fue uno de los principales focos por donde irrumpió el arte y las influencias italianas y francesas durante siglos en nuestro país cuando aún no era un proyecto de reino unificado. Por ello, no sólo la belleza de este paisaje natural ha llevado a construir una obra tan innovadora y original, también la tradición arquitectónica está muy presente en toda la comarca.
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Eduardo Cadaval y Clara Solá-Morales son los genios que han llevado a cabo el proyecto. El diseño es diferente, raro y asombroso. Combina la geometría cúbica al exterior adaptándola a la abrupta cima rocosa sobra la que se enclava. Además, consigue un efecto multifachada alternando la orientación de los cubos que componen el conjunto y que ha supuesto todo un desafío, con el fin de aprovechar al máximo las horas de luz solar y también de dotar de unas magníficas vistas al que contemple el horizonte desde su interior.
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Pero al estar construida en un emplazamiento tan estratégico, los vientos han sido uno de los principales elementos a resolver en el diseño de este edificio. Hasta 180 km por hora alcazan los Céfiros en este privilegiado escenario. Proteger de la tramontana esta construcción de 250 metros cuadrados ha sido una prioridad absoluta. Además, las condiciones climáticas extremas a las que va a estar sometido este proyecto ha llevado a articular su construcción buscando la luz del Sol para aclimatar el interior de la casa a estos cambios de temperatura externos. Para ello, la casa se articula en torno a un patio interior que distribuye dos alturas, con una cubierta que ayuda a controlar estos cambios de clima externo.
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El uso de materiales como el hormigón y el cemento, característicos de esta región, queda enmascarado por el estuco blanco que los recubre y que les dota de un estilo muy moderno. Todo ello queda integrado en el paisaje de costa y busca la armonía con él, como si de un rompeolas se tratase. Cabe añadir que las amplias cristaleras de estos cubos permiten unas vistas impresionates del Mediterráneo, de Francia y del Cabo de Creus, así como una plena integración del paisaje en el interior del hogar.
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Una casa a orillas del Mediterráneo, para relajarse y disfrutar de la naturaleza, para admirar y para sentirse parte del privilegiado entorno que la rodea, sin perder el contacto con el pasado y muy en línea con el futuro más cercano.
Fotos web Cadaval & Solá-Morales
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