Cuando Calderón de la Barca escribió El gran teatro del mundo ya vaticinaba que el ser humano representaba un papel dentro del mayor escenario que podía pisar. Sin necesidad de acudir a la Antigüedad Clásica, donde las primeras manifestaciones teatrales cobraban vida de la mano de actores que representaban las pulsiones y temperamentos humanos en el día a día a golpe de disfraz, cada día el lector es testigo de distintas “representaciones” que tienen lugar todos los minutos y segundos de su existencia y que tiene como escenario los lugares donde transcurre su propia vida. La diferencia reside en que el actor puede quitarse la máscara una vez terminada la función. El ser humano, no. Su función continúa hasta que se baja para siempre el telón. Y eso sólo ocurre una sóla vez en toda la representación. Hoy el telón sigue alzado y la función que representa quiere recorrer los teatros más importantes del mundo o, al menos, algunos de ellos.

Cuando el antiguo Teatro Ducale de Milán se incendió en 1776 el arquitecto Giuseppe Piermarini fue el encargado de dar las trazas en estilo neoclásico para el nuevo teatro que llevaría el nombre de La Scala, ya que fue construido sobre el lugar que ocupa la iglesia Santa Maria alla Scala. Después de una remodelación a principios del siglo XX, sufrió algunos arreglos posteriores debido a los daños ocasionados por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. A principios del siglo XXI ha vuelto a pasar por las manos de los restauradores que han recuperado el mármol original y algunas de sus pinturas y decoraciones del siglo XVIII.

El Gran Teatro del Liceo de Barcelona es una de esas joyas arquitectónicas que hay que incluir en esta sección. Gracias a la iniciativa de la Sociedad Dramática de Aficionados y a su labor de proteger y perservar la tradición operística en la ciudad, se construye en 1845 el primer Teatro del Liceo de la mano del arquitecto Miquel Garriga i Roca. El edificio sufrió su primer gran incendio en 1861 y fue Joaquín de Gispert quien se encargó de su reconstrucción. No obstante, en 1994 volvió a ser pasto de las llamas y fueron los arquitectos Ignasi de Solà Morales, Xavier Fabré y Lluís Dilmé los que dieron las trazas del edificio que conocemos hoy. El estilo ecléctico predomina en toda su decoración interior e incluso los medallones del techo recuerdan las vidrieras del Art Nouveau.

En 1880 se funda en la ciudad de Nueva York, en el distrito de Manhattan, el antiguo Metropolitan Ópera. Al igual que el Liceo unos años después, concretamente  en 1892, sufre un aparatoso incendio en el que resulta seriamente dañado. La reconstrucción le convierte en uno de los edificios más elegantes  de la ciudad de los rascacielos y su acústica una de las mejores de todo el país. Sin embargo, su escasa amplitud lleva a pensar en la construcción de un edificio más amplio y moderno para realizar las representaciones. Así, en 1966, se inaugura un nuevo teatro en Lincoln Center con una mayor capacidad y unas instalaciones escénicas y técnicas de lo más modernas y avanzadas. La decoración interna, con obras de Marc Chagall,  es uno de sus puntos fuertes.

En Rusia, en la ciudad de Moscú, se encuentra el segundo teatro más grande del mundo. El Bolshoi se inauguró en 1825 y fue construido sobre los restos del anterior teatro  que data de 1776. Su estilo neoclásico ha pervivido a lo largo de las remodelaciones ocasionadas por el incendio de 1853 y los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial. Al igual que La Scala, se llevaron obras de mejora y recuperación de la decoración original de 1856 para dotarle del esplendor anterior a la Revolución Rusa.

Por último, en Australia se halla uno de los teatros más espectaculares.  La Casa de la Ópera de Sidney es uno de esos edificios que no pasa desapercibido. Situado sobre las aguas, fue el arquitecto danés Jørn Utzon el que diseñó un proyecto  de carácter expresionista inspirado en el mar. Su aspecto exterior recuerda a los caparazones de las conchas marinas y los azulejos blancos que lo recubren dan una sensación de veracidad aún mayor. En el interior encontramos cinco teatros y unas 800 salas menores destinadas a otros fines. No es de extrañar que, con todas estas características, haya sido reconocido como edificio Patrimonio de la Humanidad.