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Wes Anderson y su bar para Prada

A estas alturas algunos de vosotros ya sabréis que estamos al tanto de todo lo que hace Wes Anderson, ya sea dentro o fuera del  mundo cinematográfico. Una vez más el director nos ha vuelto a sorprender, en esta ocasión con una colaboración con la marca Prada. El cineasta diseñó una cafetería/bar dentro de la Milán Fondazione Prada, la nueva casa de lujo de la marca internacional derivada en fundación.

El Bar Luce que acaba de inaugurarse esta semana, nos abre las puertas al que parece un decorado de una de las películas del americano. El espacio nos demuestra una vez más, la meticulosidad que Wes Anderson pone en los detalles.  El cineasta quería que se sintiera como una cafetería italiana de 1950, y está claro que lo ha conseguido.  Las referencias de cafeterías de Milán de esa época provienen de dos largometrajes admiradas por el director; ‘Milagro En Milán’ de 1951 y ‘Rocco y sus hermanos’ de 1960.

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El maestro de la nostalgia, ha sabido plasmar una renovada mirada  al pasado. Amueblado con mesas de formica en colores de los cincuenta, las máquinas de pinball hechas a medida con temáticas de sus películas, y un máquina de discos repleta de cantantes italianos de  los cincuenta y sesenta, consigue una atmósfera  de lo más juguetona y alegre.

Pero esta no ha sido la primera colaboración de Anderson con Prada, ya en 2013 crearon el cortometraje Catello Cavalcanti. En este cuentan la historia de un piloto de carreras estadounidense, interpretado por uno de los actores fetiche del cineasta, Jason Schwartzman. La historia también trancurre en Italia, donde el protagonista estrella su coche en una pequeña ciudad de donde emigraron sus antepasados.

Si tienes la oportunidad de estar por la ciudad, disfruta de un café con el diseño más retro al más puro estilo Tenenbaums.

¿Y si Wes Anderson hubiera dirigido X-Men?

¿Qué  crees que pasaría si el director más indie del momento se pusiera detrás de las cámaras de un Blockbuster como X-men? El  YouTuber Patrick Willems  nos trae la respuesta, imaginando como sería el mundo mutante a través de los ojos de Wes Anderson. Una mezcla que podría resultar extraña, pero que se convierte en parodia muy acertada, y es que el aislamiento social que afecta a los X-Men  parece propia del universo de Anderson. Incluso partes del video fueron filmadas alrededor del mismo edificio que alberga la familia título de The Royal Tenenbaums.

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El diseño en los detalles de Wes Anderson

Hace menos de una semana la última creación del director Wes Anderson, El Gran Hotel Budapest se hacía con 4 Oscars, dos de los cuales incluían mejor diseño de vestuario y mejor diseño de producción. Y es que si sois seguidores de este americano, sabréis que una película de este joven director  es por lo general inmediatamente reconocible: Personajes sobresalientes, vestuarios excéntricos  meticulosamente realizados, llamativos colores, detalles ingeniosos, Bill Murray…
El Gran Hotel Budapest, su octavo largometraje, no ha sido una excepción. Aparte de un reparto asombroso – Brody, Dafoe, Fiennes, Goldblum, Keitel, Derecho, Norton, Swinton, Wilson y, sí, Murray – esta puede ser hasta ahora, su película más suntuosa visualmente hablando.

Pero detrás de los mundos de Wes Anderson se esconde una gran cantidad de trabajo y horas cuidando hasta el último detalle.  En este premiado largometraje, el director  contó con la ayuda de Annie Atkins, diseñadora gráfica de la película. Ella hizo el  magnífico cartel  que superpone el hotel rosa pastel en un escenario alpino. También diseñó y creó cada pedazo de papel que aparece en pantalla: Periódicos, cartas, bolsas de compras, informes policiales, testamentos, menús, libros; miles de diseños con tipografías únicas que el director revisó una por una.

Aunque está claro que este  polifacético director cuenta con un amplió conocimiento gráfico. Hace dos años se embarcó en la creación de su propio libro, The Wes Anderson Collection,  en el que repasa en profundidad su filmografía, su vida y su carrera.

Con este libro pretende adentrarnos en sus universos con la misma esencia melancólica e inocente que consigue en sus películas. Todo con su diseño sencillo pero original, donde las ilustraciones consiguen ser protagonistas. Incluye fotos inéditas y otras piezas que se complementan con una entrevista a fondo entre Anderson y el crítico Matt Zoller Seitz. 

Ya sea en papel o en la pantalla, su estilo es característico en poner especial cuidado en sus paletas de colores, todas minuciosamente planeadas.
Incluso existe un tumblr con miles de seguidores que compila las gamas de colores que el autor utiliza en sus escenas;  wesandersonpalettes.tumblr.com ¡seguro que te inspira!

Es sin lugar a duda, un director que cuida cada uno de sus planos convirtiéndolos en composiciones gráficas en movimiento.  También es conocido por utilizar diversos tipos de técnicas como stop motion, miniaturas y pinturas mate, con el objetivo de asegurar que sus imágenes se ajustan perfectamente a su visión. Wes Anderson sabe transportar al observador gracias a su manejo meticuloso de todos los detalles.

Como era de esperar este director, guionista, diseñador y productor de películas, ha conseguido influenciar a toda una generación a sobremanera. Sin darnos cuenta Wes Anderson engloba  las características que un buen diseñador ha de cumplir: cuidado en el detalle, documentación del contenido, color y composición y la importancia del storytelling.

El Kingdom de Wes Anderson

Es una de nuestras películas favoritas de 2012. Dos críos preadolescentes: un tanto marginado boy scout y una niña de dulce apariencia y mucho carácter se encuentran casualmente en un escenario que recrea maravillosamente el mundo de fábula en el que todos creemos vivir cuando somos niños.
Una obra tan cinematográfica como pictórica, una historia sobre el amor más puro: el primero. Un amor prohibido, un amor inocente (aunque a veces no tanto) que planta cara al sinsentido y la opresión del mundo adulto. Un amor cuya locura va de la mano con la locura de los padres de nuestros protagonistas.

«Me gustan las fantasías. Esta no es una historia que yo o alguien cercano haya vivido, pero sí es como a mí me hubiese gustado que pasara. En la película, Suzy lee muchos libros infantiles y Moonrise Kingdom podría ser cualquiera de esos. Es una historia sobre lo que significa enamorarse de niño, de lo que significa el primer beso, y está contada desde esa perspectiva» – Wes Anderson

No hace falta decir más. Una fantasía. Una fantasía de principio a fin, desde el minuto 1 hasta los créditos, que son toda una lección magistral para aquellos menos puestos en el tema de la música instrumental.

Dejando de lado el (genial) guión de la película, sin duda una de las cosas que la hace más especial es su escenografía: ángulos perfectos y colores vivos nos atrapan ya en la primera escena, en esa quieta perfección que transmite la casa de Suzy, donde (hay que decirlo) Wes Anderson consigue que el espectador piense que está más dentro de una casa de muñecas que en cualquier otro lugar. Lo consigue moviendo la cámara de manera horizontal por un extenso decorado sin barreras y meticulosamente atrezzado. La casa de Suzy sería una maqueta perfecta, de no ser por los tres hermanos pequeños que se esmeran en hacer de eso…de hermanos pequeños.

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Hay una particular sensibilidad impregnada en toda la película. Los personajes viven en una realidad que por momentos puede parecer aislamiento, transmitir soledad o melancolía, y por momentos alegría, vivacidad o energía.

Así era también una de las etapas de la pintura de Edward Hopper, uno de los expresionistas abstractos del 1900. Algunas de las características de Hopper y de Wes Anderson son coincidentes: formas geométricas grandes, colores planos, primarios o luces y sombras muy determinadas son algunos ejemplos. Por no mencionar que las líneas fuertemente marcadas son a Edward Hopper lo que son a Wes Anderson los movimientos de cámara horizontales y verticales en paralelo al suelo.

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Predominan los colores rojos y anaranjados cuando hablamos de la protagonista, Suzy. Colores vivos inundan su espacio, su vestuario es alegre pero ella parece ser una persona mucho más enigmática, quizá algo fría, un poco insegura pero testaruda ¿cómo sino una niña como ella escaparía de casa por amor?

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Nada de colores rojos cuando hablamos de nuestro otro héroe protagonista: un boy scout llamado Sam Shakusky asentado en el Campamento Ivanhoe. Colores tierra bañan el campamento en su totalidad incluida, claro, la vestimenta de Sam y todos los habitantes scout.

Colores tierra y, por supuesto, el amarillo ya típico de las películas de este director. Color que representa la inteligencia, la alegría y la originalidad. El amarillo empieza siendo algo ligero y acaba siendo el color predominante en todas las escenas en las que Sam está presente. Al principio sólo su pañuelo es amarillo, pero conoce a Suzy y también su traje de gala es amarillo, su tienda de campaña es amarilla, la casa de sus padres tiene una cocina completamente amarilla, hasta la maleta de Suzy es amarilla. Y también otro detalle al final de la película que preferimos no desvelar.

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El momento del encuentro de los dos niños para su posterior escapada juntos, ocurre en un terreno neutral para ambos. Así, no podía ser de otra manera, los tonos entre los que transcurre la escena también son neutrales. Anderson hace especial incapié en que nada destaque más que Sam y Suzy. Los niños, se encuentran absolutamente solos en este escenario desierto. Perfectamente podríamos decir que ambos niños están dentro de un paisaje de Hopper, cuyas pinturas también se caracterizan a menudo por incluir pocos o ningún personaje.

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A partir de este encuentro, el viaje de los protagonistas transcurre entre bosques, cortados de piedra, senderos perdidos y arroyos. Así, hasta llegar a la meta, su idílico escenario de amor, su porción privada de tierra, su escondite perfecto: una pequeña cala, su “Moonrise Kingdom”.

Tanto Hopper como Wes Anderson en algunos momentos de la película iluminan sus escenas con esa bruma impresionista que caracterizaba al precursor de este movimiento: Monet. Hopper y Anderson vuelven a coincidir en una mítica secuencia de la película, a ritmo de Le temps de l’amour de Françoise Hardy.

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Hablando de música, tanto la banda sonora instrumental (de un maravilloso Alexander Desplat) como el resto de temas que suenan en la película y el montaje son sobresalientes y consiguen darle un ritmo único a la película.

Lo que ocurre más tarde en el resto la cinta, no lo desvelaremos.Veanla. Nos atrevemos a adelantar que sufrirán un bonito regreso a la infancia durante hora y media.

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