Su capacidad para mitigar la dureza del amargor es lo que define su esencia y le ha encumbrado como elemento indispensable en la cocina. El azúcar lleva siglos y siglos realizando una irrecompensable labor, no sólo convirtiendo en deseables y apetecibles algunos alimentos que resultarían poco digeribles sin él, sino también nutriendo y alimentando nuestro cerebro.

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