Shakira está en horas bajas, ahora que trata de recomponer su voz tras sufrir una hemorragia en la cuerda vocal derecha, que le provoca sangrados y dolores cuando trata de entonar. No estaba dispuesta a pasar por quirófano, por miedo a que la cirugía cambiase su particular forma de cantar y echase por tierra su carrera sobre los escenarios, por lo que confió en un tratamiento algo más lento pero que parece está consiguiendo sanar sus problemas.
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En el mundo occidental nos quejamos de que sufrimos censura en los medios de comunicación, pero al menos esa mano negra que mueve los hilos de la información no nos priva de disfrutar de la belleza de algunas famosas en su quehacer profesional. Y es que no es lo mismo ver ‘Los Vigilantes de la playa’ en todo su esplendor y con toda la exuberancia que suponía esas carreras a cámara lenta en la playa, que esa misma seductora escena como un chándal uniformado que cubra sus vergüenzas.

Más allá del sexismo fuertemente arraigado al reggaetón y otras músicas populares, con el tremendo impacto subliminal que esto conlleva y derivado más por un problema endogámico y educacional marcado a fuego en la cultura de varias generaciones, no somos conscientes de hasta qué punto el machismo está implícito en la música actual.
Sin ir más lejos, el pop, género por excelencia de la cultura occidental postmodernista, vira en su ilimitado cancionero hacia mensajes donde el amor y el desamor forman la mayoría del grueso de sus letras pero, ¿hasta qué punto pasamos por alto todos esos mensajes llenos de tópicos y clichés basados en el amor romántico?
Suele repetirse en estas canciones la misma idea: el hombre se entrega en cuerpo y alma en la conquista de su amada representada como una persona inocente y vulnerable que cae en las redes del apuesto galán. Normalmente su cometido es protegerla de cualquier tipo de vicisitud o problema que pueda surgir en su torpe vida ya que, como es sabido, el hombre es proveedor y protector.
En mayor o menor medida, de manera más sutil o no y en muchas ocasiones sin intención aparente, estos artistas empapan sus letras de mensajes cotidianos donde todo pecado cometido por su galán ha de ser perdonado.
¿Quién no recuerda el hit masivo ‘La Tortura’ de Alejandro Sanz y Shakira? En ella, como un perro con el rabo entre las piernas, el hombre implora el perdón de su pareja viendo su acto desleal e infiel como un error nimio. Las cicatrices pueden cerrarse porque el hombre puede tropezar con esa piedra, sólo son necesarias unas bonitas palabras para embelesar a la mujer y que caiga rendida de nuevo.
Sin ir más lejos, el bueno de Alejandro se vio envuelto recientemente en una polémica cuando en uno de sus conciertos por Latinoamérica expulsó a uno de los espectadores del mismo. En la supuesta agresión un hombre pegó a su mujer, el cantante se encaró con él por lo que miembros de seguridad hubieron de hacerse cargo del agresor. Movimientos feministas como Locas del Coño se posicionaron de inmediato dejando en entredicho el supuesto buen hacer del artista. Una crítica más o menos acertada del suceso pero que refleja el problema que en estas líneas abarcamos.
Se tratan de canciones que diariamente escuchamos en la radio y la televisión, con una permisividad y transigencia pasmosa, quizás desde la ignorancia y el desconocimiento o desde la simple asimilación de una realidad impostada en un régimen patriarcal. Es más que probable, por otro lado, que ni siquiera los propios artistas sean conscientes de la magnitud y poder que sus letras pueden alcanzar ni el influjo que crean en sus seguidoras y seguidores.
Pero no es un problema sólo del folclore de la radiofórmula. Hace escasos días los compañeros de Mondosonoro se hacían eco de la cancelación de la gira gallega de Kaydy Cain, miembro de Pxxr Gvng, por las presiones ejercidas por colectivos feministas que levantaron la voz frente a las letras machistas del grupo. Canciones como ‘Tu coño es mi droga’ donde cantan Tu coño es mi droga / Me chupa la polla hasta que se ahoga / La unto el toto en momo y se lo chupo / Soy un cliente fijo siempre me da mucho, o en ‘Tú Ta Enamorá de Mi Flexeo’ A mí me suda la polla puta / No me gustarías, si no fueras una puta / Me gusta que mi puta sea una puta, juguetean con conceptos sobre una supuesta liberación sexual donde el sometimiento de la mujer es más que reconocible y palpable. El problema reside en la influencia que estas letras ejercen en el público-objetivo al que está dirigido este género: jóvenes de entre 16 y 25 años que aún están construyendo su conciencia social y sexual, y que en muchos casos toman como referencia estas actitudes sexistas, ejemplificando así el distanciamiento con la realidad.
No se trata tampoco de un problema actual. El discurso machista está implícito en la música rock desde sus comienzos donde el fenómeno grouppie no hacía más que enaltecer las virtudes del macho, una hombría con la que conquistaban a todas las alocadas fans que mojaban sus bragas por sus ídolos y en las que apenas existía espacio para que una mujer pudiera ejercer de icono en contraposición al hombre.
Ni que decir que también las letras de aquellas canciones contenían mensajes más que cuestionables. Sin ir más lejos, en la memorable ‘Delilah’ interpretada por Tom Jones se promueve la violencia machista. En ella un despechado ‘Tigre de Galés’ le pide perdón a su amada tras apuñarla y asesinarla por haberle sido infiel con otro hombre. Sin duda es uno de los éxitos más grandes en su discografía y nadie duda de su atemporalidad dentro del cancionero popular del último siglo siendo, de hecho, coreada en los campos de rugby de Galés como su ‘segundo himno’, pero dista mucho de servir como ejemplo para la sociedad y mucho menos mostrarse como adalid y orgullo de un país.
Entonces, ¿dónde reside la principal preocupación? Como comentábamos al comienzo del artículo se trata más de un problema cultural y educacional. Nacemos y somos educados en base a comportamientos y actitudes donde la igualdad y paridad brillan por su ausencia –tanto en un lado como en el otro-, y la música no está exenta de ello ni mucho menos. Mientras se sigan apoyando y aplaudiendo estas conductas será difícil que la situación cambie de rumbo.

Ser poseedora de una voz prodigiosa, un cuerpo digno de haber sido cincelado con mimo, un rostro angelical y una carrera envidiable no es suficiente para Ariana Grande. La cantante, con tan solo 22 años, no se resiste a mostrar cómo su voz puede modularse de tal forma que podemos creer que estamos escuchando a competidoras en el mercado como Rihanna, Britney Spears, Christina Aguilera, Celine Dion, Shakira o Whitney Houston. También se atreve con imitar sus característicos movimientos o los dejes de sus facciones cuando alcanzan una nota alta difícil de mantener.
Es un espectáculo sorprendente del que ya hizo alarde meses atrás en ‘The Tonigth Show’, pero el cual ha logrado superar con creces este fin de semana durante su paso por el programa estadounidense ‘Saturday Night Live‘, donde ha vuelto a hacer de las suyas. En esta ocasión, se metió en la piel de Shakira en su ‘Whenever’, en la de Britney Spears moviendo los brazos aceleradamente como en ‘Baby one more time’ y se vino arriba cuando le tocó el turno de Rihanna y su ‘Work’, donde logró arrancar las carcajadas del público cuando se animó incluso a hacer twerking para emularla.
A pesar de que el motivo de su visita era promocionar su último álbum, ‘Dangerous Woman’, y que el público quedó conforme con las dos canciones que adelantó, todos esperaban que la joven cantante diese más de sí. Simuló ser una trabajadora más de Tidal y, ante un problema técnico, se veía obligada a hacer creer al público que realmente estaban escuchando las canciones de las otras artistas. Con el pelo recogido con una simple coleta, un jersey beige de rebajas y una falda de similar aspecto con topos blanco logró despertar en el público más emociones, que cuando sus competidoras enseñan chicha para llamar la atención.
Recordemos su paso por ‘The Tonight Show’:

Aunque muchas seguidoras de Gerard Piqué consideran que Shakira es una ‘pájara’ por haberles robado a su chico, lo cierto es que nosotros trataremos el tema desde otro punto de vista. La cantante colombiana ha sido ‘fichada’ para entrar a formar parte del elenco de personajes de Angry Birds, como así acaban de dar a conocer desde Rovio, la compañía creadora de este juego que tantas horas nos ha robado a consecuencia de su innegable adicción.
La cantante de Barranquilla entrará de lleno en la trama que han ideado desde Rovio para su próximo lanzamiento, Angry Birds Pop, que promete continuar enganchando a sus fieles con sus característicos pajarracos cabreados, pero ahora al ritmo del Waka waka. Desconocemos por el momento si la compañía ha decidido incluir el himno del Mundial de Sudáfrica entre sus éxitos, pero lo que es seguro es que la idea de introducir a Shakira en la trama no es casual.
“Rovio siempre tuvo intenciones de incluir a Shakira en sus juegos”, asegura el jefe de marketing de la compañía, Peter Vesterbacka, durante la reunión de presentación al mundo de su nueva franquicia de estas peculiares aves de armas tomar. “A Rovio de encantan los juegos y a Shakira le encanta la música. A los cinco minutos estaba muy claro que teníamos que hacer algo juntos”, continuaba explicando a través de un comunicado de prensa.
Parece ser que las negociaciones han sido bastante fáciles, teniendo en cuenta los requisitos que han establecido a Shakira para ser su nueva imagen: que le guste la música. ¿Solo por eso? Nada tiene que ver que la cantante sea uno de los reclamos publicitarios más cotizados del momento. Quizá no, pero quien está con la mosca tras la oreja por si acaso es Katy Perry, como puede comprobarse con el Angry Birds que lleva en su camiseta, que tiene el ceño fruncido. A ella no se la dan con queso, por eso ha decidido sacar sus armas para ver si suena la flauta. ¡Buena chica!

El afán de las celebrities por teñir sus cabellos de colores estrambóticos está llegando a tal punto, que algunas se creen que han descubierto de nuevo América con el simple acto de bañar de color su melena. Lucir el pelo de color azul, verde, rosa o morado no es tan complicado. Tan sólo hace falta un bote de tinte y un par de ¿narices?. La última en sumarse a esta moda ha sido Lily Allen, que ha dado vida a su look emulando el estilo que ya ha hecho mundialmente famoso Marge Simpson, la matriarca del clan más gamberro de la televisión.