Si se nombra el pueblo canadiense de Saint-Jean-Port-Joli, a muy pocas personas les sonará de algo. Si se busca en el mapa, se puede ver que está situado muy cerca de la ciudad de Québec, en la orilla sur del río Saint Lawrence. Este lugar, fundado en 1677, tiene una de las arquitecturas más sorprendentes y únicas en la iglesia principal, que empezó a ser construida en 1779 y alberga una colección de esculturas que se amplía a toda esta pequeña localidad. Cabe decir que la talla en madera es la especialidad artesana de los habitantes de este pueblo y que, gracias a ella, se ha convertido en el reclamo turístico por excelencia. ¿Qué tendrá este lugar que no tienen los demás?

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Hay que situarse en la línea del tiempo y viajar hasta los años 20 del pasado siglo XX. Durante la época de la crisis económica y el crack del año 1929, los hermanos Bourgault se instalaron en Saint-Jean-Port-Joli y consiguieron recuperar el arte de la escultura en madera que una vez había tomado vida en el lugar y cuyo claro ejemplo se encontraba en la decoración escultórica interior de la iglesia principal. Todo comenzó como un hobby. Los Bougault enseñaban a sus vecinos las técnicas del tallaje en madera para ocupar parte del tiempo libre del que disponían. Muchos de los habitantes se encontraban en paro por la grave situación del momento y afectó sobremanera a un pueblo dedicado a la pesca y a la ganadería principalmente. Esta forma de amenizar y ocupar los días de ocio se convirtió pronto en un oficio y una nueva forma de recuperar la economía del lugar.

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Fue gracias al pequeño de los Bourgault, un marinero que recorría los puertos de todo el mundo, el que contribuyó a popularizar fuera de las fronteras la fama de la localidad. No sólo eso. También proveía nuevos temas a esculpir con sus viajes y creó una pequeña escuela de talla para enseñar a las nuevas generaciones con el fin de que no perdiera la tradición local. Pronto otras familias empezaron a especializarse en este arte y a pasar el oficio de generación en generación hasta llegar a nuestros días.

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En la actualidad, más de 200 escultores viven y trabajan en Saint-Jean. Es sorprendente la cantidad de obras que se pueden encontrar y el talento que cada uno de los artistas muestra en sus esculturas. Las figuras son de una temática lo más variada posible: políticos, deportistas, figuras de entretenimiento como Harry Potter, granjeros, pescadores, figuras abstractas y religiosas, animales… Más de 250 esculturas de todos los tamaños se han recopilado en el Museo de los Antiguos Canadienses, considerado el mejor museo de escultura de toda Norteamérica. No es de extrañar que poco a poco hayan ampliado el conocimiento y la técnica escultórica  aplicándola a la piedra y el hielo. Por ello, es lógico suponer que sus concursos y simposios sobre escultura sean tan populares y conocidos por el continente.

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Un lugar mágico y sorprendente, único en el mundo, no sólo por las magníficas y espléndidas obras que posee, sino también por conservar y transmitir la herencia cultural y artística local y albergar tantos artistas, locales y foráneos, con un grandísimo talento que se puede comprobar a golpe de cincel.