El Museo Nacional del Romanticismo del Ministerio de Cultura y Deporte ha inaugurado la exposición ‘Alicia Martín: Disonancia’ en la que se muestra un trabajo multidisciplinar de la artista. Fotografía, escultura y vídeo sirven para plantear disonancias, tensiones entre ideas, creencias y emociones en el siglo XIX.
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El Año de los Bécquer viene cargado con rutas guiadas por los principales escenarios de la vida de Valeriano y Gustavo, lecturas poéticas en estos escenarios, proyecciones, mesas redondas, conciertos e incluso actos exclusivos dentro del programa de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Esta ruta de los Bécquer tiene como paradas obligadas el Parque María Luisa, con la estatua dedicada a los dos artistas románticos, la casa natal en la calle Conde de Barajas, la parroquia de San Lorenzo donde fueron bautizados, el colegio San Francisco de Paula donde Gustavo estudió Humanidades, las calles donde transcurrieron la infancia y juventud de ambos hermanos como la calle Potro y la calle Mendoza de los Ríos o el citado Panteón de Sevillanos Ilustres.

“Una vez, en la lúgubre media noche, mientras meditaba débil y fatigado sobre el ralo y precioso volumen de una olvidada doctrina y, casi dormido, se inclinaba lentamente mi cabeza, escuché de pronto un crujido como si alguien llamase suavemente a la puerta de mi alcoba.” Con estas palabras comenzaba Edgar Allan Poe una de las obras más conocidas de la literatura romántica estadounidense que le dio fama a nivel internacional. Fue precisamente durante el Romanticismo cuando surge una estética nada convencional que enlaza con lo tétrico y lúgubre y de la que Poe se convertirá en su símbolo más reconocido. Lo cierto es que sucumbir a la llamada del terror no es tan complicado, ya que el espectador tarde o temprano se deja arrastrar por una serie de emociones que llevan a un estado de ansiedad en el que su adrenalina le pide cada vez más. La ilustradora Abigail Larson no ha podido resistirse a la llamada de lo gótico y lo romántico. Y es de esta llamada donde nace una inquietud artística bastante original.
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Larson creció con la idea de convertirse en cantante de ópera algún día, al igual que sentía un profundo vínculo con el espectáculo circense al que pensó unirse. Cosas de niños. Aunque aún sigue rondando por su cabeza ambas ilusiones de la infancia. Sin embargo, ha sido la estética de lo gótico y bizarro la que ha ganado terreno en su vida profesional. Siempre se ha sentido atraída por la obra de Edgar Allan Poe y Dr.Seuss y sus películas favoritas son las de terror, como «Drácula» de Bram Stoker y «Frankenstein» de Mary Shelley. Desde el punto de vista artístico, sus influencias más notables son Arthur Rackham, Edmund Dulac, Kay Nielsen, John William Waterhouse y Edward Gorey.
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Sus trabajos de ilustración llegan principalmente al público infantil y juvenil. De hecho, sus principales clientes son editoriales para ilustrar libros para este tipo de lectores. También ha expuesto en numerosas galerías de arte a lo largo de todo Estados Unidos e incluso en algunas exhibiciones europeas en Madrid, París y Londres. Actualmente, se encuentra desarrollando una serie de ilustraciones para una nueva edición sobre “La Bella y la Bestia”.
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Sus obras están realizadas en lápiz y acuarela pero con un ligero toque digital. Sus personajes surgen de un profundo análisis interior y exterior que hace la propia artista sobre los miedos y supersticiones del ser humano. Estos elementos quedan perfectamente ensamblados a través de un toque de época que la artista les da, ambientando a sus personajes en el mismísimo siglo XIX, época del Romanticismo y de la estética romántica por antonomasia. Lo gótico y lo romántico quedan entrelazados trasladando al espectador en el espacio y tiempo, en un mundo irreal que es fruto del nuevo género literario que aparece durante la época romántica: la novela de terror. Sus personajes narran historias que parecen sacadas de cualquier obra de Poe. Y son precisamente esas historias las que enganchan al espectador.
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Lo macabro y lo tétrico que unen en unas ilustraciones que envuelven al que las observa y les atrapa en un mundo particular y maquiavélico. Un arte “embrujado” propio de otro tiempo, de otro espacio y otro siglo pero que envuelve y engatusa a todo aquel que lo contempla.