El Algarve portugués es uno de los sitios vacacionales, por excelencia, del turismo inglés. Si bien es verdad que la zona de la costa atlántica es la más demandada, algunas ciudades del interior o más fronterizas con España pasan más desapercibidas. Faro es uno de esos lugares más discretos. Aunque posee un aeropuerto internacional, que es el tercero del país, su actividad turística es mucho más sosegada que la de sus vecinas de la costa. Como capital de la región, Faro alberga las sedes administrativas de los órganos de gobierno y la zona metropolitana más habitada de todo el Algarve.
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Una de las regiones que mejor sabor de boca deja al viajero peninsular es el Algarve portugués. A lo largo de su extensión se puede disfrutar de playas de distinta índole y de paisajes variados, desde el interior, mucho más rural, al exterior, mucho más turístico e internacional. Desde las marismas de Faro se puede observar un paisaje común que se extiende desde las marismas de Doñana, en Huelva, donde muchas aves acuáticas habitan y otras descansan de su viaje migratorio a tierras más cálidas. Desde Portimao a Lagos, el turismo de playa es el denominador común que despliega todo un entramado comercial dedicado al ocio y al descanso. Sin embargo, la zona del cabo San Vicente cambia de nuevo el paisaje para ofrecer su zona más agreste, natural y viva, para extenderse por la facha atlántica hasta llegar a Lisboa.

Si pudiésemos viajar el pasado para conocer muchas de las obras que, prácticamente, ya han desaparecido seguramente nos quedaríamos pasmados ante muchas soluciones constructivas que se empleaban. En nuestro territorio predominan una gran cantidad de construcciones de época romana, entre las que cabe destacar la denominada villa. La villa era considerada una construcción fuera de la ciudad que podía tener como fin o bien el ocio y descanso de las clases más adineradas o una explotación agrícola o ganadera. En el caso de la primera, la villa era considerada casi un palacete. En el de la segunda, el fin era más económico y la construcción resultaba mucho más práctica. De este último tipo ha llegado hasta nuestros días los denominados cortijos o haciendas como herederos de ese pasado común que una vez nos unió con el Imperio de Roma.

Una de las apuestas más sorprendentes que se pueden encontrar en el panorama arquitectónico actual es la propuesta por Tiago Sousa en el pueblecito de Romarigães. Situado en el norte de Portugal, cercano a la frontera con Galicia, este pequeño lugar acoge la bautizada como casa Box. Un proyecto muy peculiar que aúna la remodelación y la nueva construcción. Donde la primera no desmerece a la segunda y viceversa.

Una de las características inconfundibles de la ciudad de Oporto son sus famosos azulejos. Se pueden encontrar por cualquier parte del lugar como seña de identidad. La creación de estos bonitos e inconfundibles elementos decorativos fue importada desde España a Portugal. Pero sin duda alguna, su fama se extiende por toda Europa durante el Barroco. La mayoría de edificios que se realizaron durante la época del Barroco en Portugal van ornamentados con azulejería, tanto al exterior como al interior. Incluso se realizó algún que otro retablo de cerámica, como el de la Iglesia de San Andrés de Lisboa. La destreza de los artistas portugueses en el arte de la cerámica alcanzó así el culmen de un oficio manual que importaron los árabes durante la invasión musulmana de la Hispania visigoda.