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Por favor no te vayas, mamá…

Porque no hace falta que sea el Día de la Madre para tener un detalle especial.

Como dice el refrán, a veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y ojalá no fuera necesario perderlas para darnos cuenta de todo lo que las echaríamos de menos.

Por todo lo que han hecho o serían capaces de hacer.

Por las que siempre están. Por las que son, por las que se han ido, por las que quieren serlo y las que serán.

Porque se lo merecen, y punto. Hoy le dedicamos este emotivo corto a ellas, las madres.

Belleza creada a partir de la «nada»

El hombre, al igual que la naturaleza, se rige por ciclos cósmicos naturales viviendo en perfecta armonía con el resto de los seres vivos y ecosistemas que habita. Esta idea se podría definir como amor por la naturaleza, siendo la filosofía que los jardines coreanos desprenden desde hace milenios. El hombre busca así una belleza natural, creada por la propia naturaleza y sin ningún elemento artificial, para convertirla en la constante que podemos apreciar cuando el visitante pasea bajo sus árboles, muy lejos del recargamiento del jardín chino y de la artificialidad del jardín japonés.

El jardín coreano surge de la unión de cinco elementos básicos: el Taoísmo, el concepto de Ying y Yang y los Cinco Elementos, el Feng Shui, una mezcla de Budismo y Confucianismo, y el concepto de jardín monacal. Del Taoísmo, el jardín coreano toma la idea de persecución de la inmortalidad a través del rechazo de las cosas materiales. Este rechazo se consigue por medio del jardín monacal, que lleva al paseante a aislarse del mundo mediante su integración en la naturaleza. El Ying y el Yang junto a los Cinco Elementos (agua, fuego, aire, tierra, madera) crean y transforman el Universo constantemente mediante su presencia en el jardín. El Feng Shui sirve para controlar la energía que emanan los diferentes elementos que conforman el jardín  y la filosofía confuciana y budista queda patente en la construcción de templos, palacios, escuelas y casas dentro del perímetro del recinto.

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Estos jardines están formados por elementos naturales como agua, piedra y madera. En los lugares donde no hay elementos naturales, se crea un marco artificial para instalar la naturaleza. Muchas veces se utilizan elementos para contener parte del curso de un río pero sin impedir su camino natural. De esta manera, el visitante pueda apreciar los reflejos que se dibujan en el agua sin necesidad de interrumpir el flujo natural del río.

Normalmente, los jardines creados artificialmente se pueden encontrar en palacios y edificios nobles debido al desembolso monetario que requieren. No obstante, el uso de edificios arquitectónicos supone el elemento artificial integrado en el espacio natural en el jardín coreano. El uso de pabellones es muy típico de la arquitectura oriental. Los de pequeño tamaño, llamados jeong, se utilizan en hogares y jardines monacales. Los de mayor tamaño o nu se pueden encontrar adornando los jardines de los palacios y edificios gubernamentales.

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Además, es muy frecuente el uso de diferentes elementos espaciales que complementan el conjunto. Así, para delimitar el perímetro del recinto se utilizan muros. Las puertas se usan con una mera finalidad decorativa y para dar paso a maravillosas vistas. En ocasiones se puede apreciar el uso de patios y de hwagye, una escalera floral formada tanto por árboles como por flores que dan un impresionante toque de color al recinto al llegar el otoño.

Algo que sorprende sin duda alguna es el uso de islas cuadrangulares en los estanques. Algunos de estos estanques se han formado gracias a pequeños riachuelos que confluyen en un mismo lugar y muchos de ellos contienen flores de loto en sus aguas que simbolizan las virtudes del hombre. Los seongnyeonji o cuencos de piedra se utilizan en los estanques para sostener y cultivar plantas o criar peces. Los seongnujo son piedras con forma de lengua que sirven para verter agua en forma de cascada a los estanques y ríos. Los hwaseok son piedras afiladas que sirven para decorar un estanque o una escalera floral.

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El resultado es un jardín creado a partir de la belleza que irradia la naturaleza en sí, un lugar para retirarse y pasar el tiempo, con el sonido de fondo del fluir del agua. La belleza de este lugar es el resultado del vacío o la nada: el jardín resulta bello por sí mismo, sin necesidad de elementos artificiales, pero que a su vez vacía espacios llenos y llena espacios vacíos. Y lo consigue adaptando el lugar para integrar los elementos naturales que recoge. Una experiencia sensorial que cambia con el paso de las horas y las estaciones y que puede captarse a través de los cinco sentidos.

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