Tempus fugit. Esta locución tomada de las Geórgicas de Virgilio es la que mejor resume el paso de la vida humana en la Tierra. Todo cambia, todo pasa, todo se marchita, todo muere, todo desaparece, pero el único que permanece inmutable es el tiempo. El juez supremo que pone cada cosa en su lugar, el maestro que da las mejores lecciones de vida, el médico que sana las peores heridas, el tiempo es eso. La vida pasa porque el tiempo pasa y no espera a nadie. El tiempo perdido ya no se recupera, el tiempo por vivir es el que hay que aprovechar al 100%. La muerte es la única que puede parar momentáneamente ese reloj, pero éste seguirá marcando las horas cuando ya ninguno de nosotros estemos aquí.

[photomosaic ids=»46189,46190,46191″]

El interés por el paso del tiempo y la muerte ha sido una de las constantes desde tiempos ancestrales. No se concibe el segundo sin el primero. Los ritos funerarios, el interés por la vida más allá de la muerte, la presencia de los espíritus… todo y cada uno de ellos están presentes en el inconsciente humano. A lo largo de los siglos, cada uno de ellos se ha ido adaptando al avance de la sociedad pero sin perder su esencia primigenia. Todas las artes han recogido esta preocupación vital de muy variadas maneras. La escultura, se puede decir, está presente de forma constante a través de lápidas, sepulcros, nichos… e incluso representaciones. El interés que suscita esta temática se enlaza con la obsesión con lo tétrico, lo dantesco, lo fúnebre, lo horrible, lo desagradable. Y es esta fuente de emociones la que ha atraído a algunos artistas estadounidenses por el sendero del arte que, durante estos días, inspira mayor curiosidad o acercamiento por parte del público general.

[photomosaic ids=»46192,46193,46194,46195,46196″]

Sin duda alguna, uno de los exponentes actuales del arte macabro por excelencia es el artista americano Chris Kuksi. Nacido en el estado de Kansas, su tranquila y solitaria niñez en torno a estos parajes le dio alas para poder desarrollar una imaginación sin límites, que supo gestionar inteligentemente, hacia el mundo de las artes. El Barroco es uno de sus estilos favoritos y el que mayor influencia ha ejercido en su obra, tanto a nivel conceptual como manual. Muchas veces ha declarado que su alma pertenece a ese tiempo perdido y que se siente fuera de lugar en el mundo actual. Por ello, sus obras son capaces de trasladar al detallismo y magnificencia de ese momento artístico a todo aquel que las contempla. Sus esculturas son una clara muestra de ellos y de su interés por el libro del Apocalipsis. Lo tétrico abunda en mucha de sus obras con representaciones de esqueletos que recuerdan el interés por el después de la muerte que suscitó el Barroco y el Juicio Final, donde todas las almas volverán a albergar los cuerpos que una vez tuvieron.

[photomosaic ids=»46197,46198,46199,46200,46201″]

Otro de los artistas cuyas creaciones no pasan desapercibidas es, sin duda alguna, Jeremi Rimel. Bajo el pseudónimo de Miscreation Toys, es capaz de dar vida a una verdadera legión de horripilantes muñecos bebés convirtiéndose en la pesadilla de cualquier niña de corta edad. Su interés por los objetos reciclados y un interesante manejo del vinilo le han convertido en uno de los escultores de obras del horror más conocido de las redes sociales. La calidad de las texturas y de los acabados le encumbra como uno de los artistas del espanto que, desde luego, consigue que el espectador no se quede indiferente antes sus obras.

[photomosaic ids=»46202,46203,46204,46205,46206,46207″]

Por último, Scott Radke es uno de esos escultores que, dentro de lo macabro, suscitan un mayor sentimiento de ternura ante las figuras que crea. Tal vez sea por la ausencia de elementos que lo pueden convertir en algo más nauseabundo, lo que determina una impronta mucho más delicada y más en línea con lo gótico y lo romántico, hace que sus obras sean muy demandadas y queridas por el público. Realizadas a mano en epoxi y acrílico, cada una de ellas parece desprender un lejano aire de similitud con los títeres y marionetas a las que sólo les falta los hilos. La casi amabilidad que incitan estos personajes les aleja de lo perturbador o desagradable y acerca al espectador a un mundo lúgubre mucho más accesible.