El Museo Thyssen-Bornemisza quiere celebrar el aniversario del nacimiento de su fundador, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, con una exposición dedicada al expresionismo alemán. En el año 1961, el fundador del museo adquiría la primera acuarela de Emil Nolde, siendo una de las primeras obras contemporáneas que se sumaban a la colección de maestros antiguos que poseía la familia. Con el paso del tiempo, la colección fue creciendo hasta conformar la que conocemos en las salas del museo.
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En el pasado, los artistas eran considerados como meros decoradores al servicio de los grandes señores y poderosos contemporáneos. Desde muy jóvenes entraban a trabajar en talleres profesionales de artesanos donde aprendían las recetas, el uso de los instrumentos, las características de los materiales, las destrezas del dibujo, anatomía, botánica, matemáticas…. así como todo tipo de conocimiento amplio y preciso para poder convertirse en un gran artista de su tiempo. Había rivalidad entre los talleres para ver quien realizaba los mejores encargos de la ciudad y conseguía los mejores contratos. Se organizaban en torno a un sistema gremial para protegerse, regularse y controlarse. Todo y cada uno de sus movimientos estaba medido en los contratos que firmaban para la realización de los encargos. No es de extrañar que algo de todo ese complejo sistema aún siga vivo aunque actualizado a las normas y usos del siglo XXI.

En tendencias para el pelo nada está escrito. Y es que, si ya pudimos ver como el pelo gris o el pelo pixelado se ponían de moda, ahora, la estilista Ursula Goff quiere ir un paso más allá en eso de los tintes extravagantes y propone algo muy pero que muy loco: tintes inspirados en obras de arte. Sí, habéis leído bien, porque esta artista del tinte convierte cabellos en lienzos donde reproducir algunas de las obras más famosas de la historia del arte.

“Si no puedes complacer a todos con tu arte, complace a unos pocos. Complacer a muchos es malo”. Sin duda, Gustav Klimt hizo toda una declaración de principios cuando citó a Friedrich Schiller en su famoso cuadro Nuda Veritas en 1899, liberándose así del esclavismo de la crítica y haciendo un preludio al cambio que iban a sufrir sus cuadros. Fue con la llamada “fase dorada” del pintor austriaco, cuando llegarían algunas de las obras más emblemáticas y más reproducidas de la historia del arte, entre las que destacan el Retrato de Adele Bloch-Bauer I (1907) o El beso (1907-1908).
Obras icónicas que ahora cobran vida de la mano de la fotógrafa de moda Inge Prader. Un interesante trabajo que ha dado como resultado unas impresionantes imágenes detalladas al milímetro, que consiguen trasladar a la vida real algunos de los cuadros más famosos de este inolvidable pintor casi 100 años después de su muerte. Así, gracias al objetivo de esta austriaca, podemos disfrutar de Danae de 1907 o La Vida y La Muerte de 1908 en “tres dimensiones” con modelos de carne y hueso. Sin duda, un homenaje completamente alucinante.

Detail of Inge Prader’s recreation of Gustav Klimt’s Beethoven Frieze (1901). Photo: Life Ball, © Inge Prader.
Las imágenes fueron tomadas este mismo año como parte del proyecto vienés Life Ball, un evento anual que busca recaudar fondos para combatir el SIDA, en donde también pudimos ver a Conchita Wurst, posando cual musa de Klimt para los carteles creados para el evento, como ya os contamos en la revista.
- Inge Prader’s recreation of a Gustav Klimt painting. Photo: Life Ball, © Inge Prader.
- Inge Prader’s recreation of a Gustav Klimt painting. Photo: Life Ball, © Inge Prader.
- Inge Prader’s recreation of a Gustav Klimt painting. Photo: Life Ball, © Inge Prader.
- Inge Prader’s recreation of a Gustav Klimt painting. Photo: Life Ball, © Inge Prader.
- Detail of Inge Prader’s recreation of Gustav Klimt’s Beethoven Frieze (1901).

«No existe ningún autorretrato mío. No me interesa mi propia persona como “motivo del cuadro”, sino más bien otras personas, sobre todo femeninas; aunque me interesan más otros fenómenos.» El retrato es uno de los temas pictóricos más interesantes que se vienen realizando desde el inicio de los tiempos. Hay uno en especial que empezó a cobrar fuerza a partir del Renacimiento. El retrato psicológico es aquel que hace una disección tanto interna como externa del retratado. El espectador puede conocer la moda que imperaba en aquellos siglos así como tener un conocimiento más profundo sobre la psique del retratado, a través de sus rasgos faciales, su mirada, sus gestos. Gustav Klimt aseguraba que, para él, el autorretrato carecía de todo interés para el artista en sí, lo que en realidad interesaba de verdad es ese estudio psicológico que podía realizar a otros a través de sus obras. Y si eran personajes femeninos, mejor. El artista de hoy también se siente atraído por el enigma de la feminidad, aunque con alguna clara diferencia.
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Nacido en California, Henry Asencio trabaja en su taller de San José, ciudad en la que también reside. La principal temática de sus composiciones es el retrato femenino en todo su esplendor. Pero lo que las hace especiales es ese toque de sensibidad que parece atemporal y envuelve por completo cada uno de sus trabajos. Para componerlos recurre tanto a fotografías como modelos al natural, siendo el resultado de sus estudios e investigaciones unas obras donde la feminidad queda captada a través de la pasión y los diálogos internos que son fruto de horas de trabajo sobre el mismo. El resultado final es la creación de un estado de ánimo que se palpa a través de la estética creada y cuya finalidad es mostrar toda la belleza de las retratadas.
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Este artista estadounidense está emergiendo con fuerza y dándose a conocer dentro del panorama artístico actual. Su pintura está a caballo entre el impresionismo abstracto con toques figurativos poco convencionales. Por una parte, la fuerza de su pincel es indiscutible, con una amplia pincelada que arrastra todo el color rozando casi la abstracción total. Por otro, su obra resulta elegante, sutil y un tanto sensual, con unas figuras femeninas rotundas, clásicas, que cobran vida a través de un suave dibujo y la rudeza de su textura.
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Asencio asegura que su inspiración se encuentra en las obras de Picasso, Klimt y Kooning, resultando una mezcla diferente, nueva y apasionante. Tres artistas que supieron captar la vida, la naturaleza, la figura femenina y la experiencia durante toda su carrera artística como hace este artista californiano. Sus obras resultan así un espectáculo meramente visual cargadas de una introspección única, propia y compartida con el espectador que se siente atraído por la belleza de una pintura en estado puro.
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Aunque Eurovisión haya supuesto el final de la cerrara para muchos artistas españoles, en el caso de la austriaca Conchita Wurst, ganadora del festival del pasado 2014, tan solo ha marcado el pistoletazo de salida hacia un estrellato asegurado. Su barba es casi más popular que ella, lo que ha hecho que la cantante se haya convertido en el reclamo publicitario perfecto para muchas marcas y un personaje con el que codearse en las alfombras rojas más exclusivas del star system internacional. Con este incipiente currículo, no es de extrañar que también quieran contar con su imagen para concienciar al mundo acerca de temas más serios.
Al menos así ha sido recientemente. Conchita Wurst se ha prestado para posar de esta guisa para los carteles creados para el Life Ball 2015, una gala benéfica organizada por diversas asociaciones que luchan día a día por erradicar el SIDA de nuestras vidas. El cartel servirá como adelanto a una gala que tendrá lugar el próximo mes de mayo en Viena, donde la cantante se ha convertido en un auténtico icono de superación para el colectivo LGTB.
El proyecto fotográfico ha caído en manos del cámara especializado en sesiones de moda Von Unwerth Eleen, quien se ha inspirado en el artista Gustav Klimt y en una de las míticas obras del maestro austriaco, El retrato de Adele Bloch-Bauer. “Es una obra tan increíble e inspiradora para mí que tenía que hacerle un homenaje a Klimt”, confesaba el fotógrafo durante la sesión.
Para ello, las costureras de la producción tuvieron que ponerse manos a la obra para confeccionar un vestido bordado con más de 12.000 cristales de Swarovski que hacen que la musa de Jean-Paul Gautier brille como una diosa bañada en oro. El resultado no podría ser más espectacular. Les dejamos con un vídeo que muestra cómo se llevó a cabo la sesión fotográfica más carismática de la cantante austriaca.