¿Qué cosas nos separan? ¿Cuáles nos unen?
¿Qué hace que algunas personas crean ser mejores que otras basándose en el lugar de origen o crianza?
En defensa de una raza o una nación muchos pueblos han sido perseguidos y masacrados en diferentes momentos de la historia; otros pueblos, por parecer insignificantes o prescindibles (¿para quién?) han sido ignorados y abandonados a su suerte en el peor de los momentos.
No es necesario mirar décadas atrás para darse cuenta de que esto sigue ocurriendo en la actualidad; sin embargo, es curioso cómo, los motivos y las personas que propician una guerra, suelen ser bien distintos de los motivos y las personas que se juegan la vida en ellas, sin ir más lejos.
Nos preguntamos cuánto de fuerte debe ser el sentimiento de identidad o pertenencia que se puede generar en algunas personas en relación a su país de origen para juzgar, o incluso matar en honor del propio. A sabiendas de que se trata de una cuestión multicausal, nos visitan dos preguntas: ¿de dónde nace el sentimiento de superioridad? ¿De dónde nace el patriotismo?
Los creadores de este vídeo se lo preguntaron no sólo a ellos mismos, sino a 67 personas que decidieron participar en el siguiente experimento, y descubrieron algo fascinante que cambió sus vidas… ¿Te atreverías a preguntar quién eres realmente?
Este vídeo es una campaña publicitaria lanzada por Momondo, un buscador de vuelos que nace con la intención de «hacer del mundo un lugar más abierto», y su propuesta no nos parece un sinsentido; un viaje a través del ADN con el fin de descubrir nuestros orígenes, es capaz de desarmar algunos estereotipos o prejuicios. En términos de multiculturalidad, las barreras lingüísticas no son siempre las más difíciles de superar.
“No habría extremismo si la gente conociera su herencia histórica”, dice una de las participantes. “De algún modo todos podríamos ser primos, en el sentido extenso de la palabra”, sentencia uno de los genetistas, “pero en un sentido más concreto, tú tienes un primo en esta sala”, le revela a la joven kurda. Imagina que esa persona a la que estás juzgando por sus raíces o su apariencia pudiera ser, de hecho, tu familia -literalmente hablando-.
Si miramos el mundo que nos rodea y ampliamos el zoom, veremos un sinfín de conflictos en múltiples lugares del planeta, muchos de ellos, alimentados por motivos raciales o nacionalistas, al menos a pie de calle, ya que los motivos de las ‘altas esferas’ suelen ser bien diferentes, escondiéndose tras luchas de poder o argumentos políticos y económicos.
Este experimento invita a la reflexión, buscando más similitudes que diferencias entre las personas, independientemente del lugar en el que hayamos nacido. A pesar de ciertas diferencias culturales, nuestras necesidades físicas y emocionales no son tan diferentes.
Todos tenemos sueños y frustraciones, todos sufrimos cuando experimentamos la pérdida de un ser querido, buscamos ser amados y reconocidos por las personas de nuestro alrededor, sentir que formamos parte de algo, proteger a nuestro allegados. Todos somos humanos.
Un viaje a través del ADN permite acortar distancias, pero a veces sólo hace falta mirar a los ojos de la persona que tienes delante para poder conectar, para darte cuenta de que no estamos tan lejos unos de otros.
Del lugar del que nacen nuestras diferencias, nacen también nuestras similitudes. Y no hablamos sólo del ADN, sino del corazón.