En 1942 Ursula Burton era para los habitantes de un tranquilo pueblo inglés, una esposa y madre de tres hijos que parecía llevar una vida rural sin pretensiones. No sabían que detrás de esta fachada se escondía la protagonista de la biografía “Agente Sonya, amante, madre, soldado, espía” (ed. Crítica). Ursula también era una oficial de alto rango de la inteligencia soviética que pedaleaba hacia la campiña de Oxfordshire para reunirse con un físico nuclear. Tenían la misión de desentrañar los secretos que permitirían a la Unión Soviética construir la bomba atómica. 

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