Jueves por la mañana. Llegas a la oficina y mientras tu cerebro todavía sigue procesando tus legañas, de repente te enteras de que estás metido en un marrón de tres pares de narices por culpa de la ******** de la secretaria, ésa que no sólo no ayuda sino que era la guay del insti pero ahora es la radio-patio de la empresa y no hace más que despotricar sobre ti en cada esquina, lo que no ayuda a mejorar tu fama de impuntual y rarito antisocial por no invitar a botellines en tu cumpleaños. Después de la discusión con tu pareja ésta sigue sin responderte al whatsapp porque el otro día te ganaste el premio al cenutrio del año… ¡Por favor que llegue ya el fin de semana! Pero no, no cantes victoria: olvídate de las cañas este sábado que no tienes un duro para pagártelas, y encima todavía no has acabado los trabajos de ese máster que prometía ser tan maravilloso -pero que no lo es-, y con el esperabas mejorar un montón para que tu jefe se aprendiera tu nombre en medio de un proceso de reducción de plantilla -lo cual no ha ocurrido-. Sólo te falta tener goteras en casa y escamas por la cara para experimentar lo que algunos llaman felicidad. ¿Felicidad?

Imagínate que pudieras tomarte una pildorita para dejar de preocuparte, una pastillita -legal- al estilo Matrix que te ayudara a dejar todas tus paranoias mentales en el mismo sitio en el que te limpias los pies al entrar en casa. ¿Lo harías?

Nosotros no somos farmacéuticos pero sí somos expertos en complacerte así que hemos decidido ayudarte y te vamos a dar recetas exprés para poder darle al botón de OFF y desenchufar sin necesidad de cortarte las venas a base de ver a la Esteban o Mercedes Milá por televisión.

1. Lo primero que debes conocer es un proverbio de origen desconocido que dice algo así como: Si un problema tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene, ¿para qué preocuparse? Qué fácil es decirlo, ¿verdad? ¡Cómo se nota que no somos nosotros los que tenemos ese percal montado! Pero si te paras a pensarlo tiene bastante razón, si tratas de mantener la cabeza fría es posible que seas mucho más capaz de encontrar una solución que si te dejas invadir por los miedos; ayuda más pensar en construir y en tratar de encontrar soluciones a las cosas que regocijarte en lo malo  o seguir poniendo pegas. Haz una lluvia de ideas -ya tendrás tiempo de descartar las que son inviables-, contrasta con gente de confianza para obtener otros puntos de vista y decidir, imagina que un amigo te está pidiendo consejo y háblate como le hablarías a él para ganar objetividad…

2. Priorizar. El que mucho abarca poco aprieta. Es mejor dedicar un poco de tiempo a organizarse y estructurar un plan de acción que ponerse a hacer sin ton ni son. ¿Qué es lo importante y urgente? ¿Qué es lo que puede esperar? No siempre lo urgente es importante y viceversa.

3. ¿Y si no le gusto? ¿Y si me echan? ¿Y si me deja? ¿Y si…? ¿Y si viene la nave de Independance Day y se carga nuestro bar preferido? ¡Pues qué putada! Pero si pasa, va a pasar igual, te preocupes por ello o no. Quedarnos estancados en el ‘y si’ no sólo nos roba energía sino que provoca que seamos menos resolutivos. Si eres un huevo y te van a hacer tortilla, va a ocurrir te preocupes por ello o no, así que no permitas que condicione tu día a día.

4. Lo que nos lleva a predecir el futuro. Si Aramis Fuster o Encarna Gracia no aciertan, tú tampoco. Adelantarnos es útil sólo si tratamos de encontrar formas de salvar los posibles peros que podamos encontrarnos en el camino. Además, si vas a sacar la bola de cristal cuando tengas un nubarrón en la cabeza, es posible que tiendas a recordar sólo lo que salió mal, pero céntrate en encontrar momentos similares en los que hayas salido con éxito de la situación; si rebuscas seguro que lo encuentras y te ayudará a focalizar en estrategias útiles.

5. Hechos. Hace 38 grados pero es posible que haya tormenta así que voy a abrir el paraguas ahora mismo. ¿Lógico? Basarse en suposiciones es siempre eso: suponer. Es más fiable basarnos en hechos concretos a la hora de predecir y para actuar en el presente.

6. Envidiosina, la madre de toda oficina. Te importa más lo que opina la gente cuando no valoras o te importa poco lo que opinas tú. ¿Conoces esa canción de ‘A quién le importa‘? Cuando nos preocupa tanto lo que digan los demás, pregúntate por qué te preocupa tanto a ti. Céntrate en lo que tú tienes que hacer, sal de corrillos y deja que el tiempo coloque a cada uno en su lugar.

7. Frena, para. Si ves que entras en bucle y no paras de pensar en algo de forma obsesiva, frena. Desde ahí te va a ser muy complicado encontrar la salida del laberinto así que ha llegado el momento de parar de pensar (sí, se puede) y hacer actividades diferentes: haz algo que te distraiga, ponte una película, vete a correr, apúntate a un taller de encaje de bolillos, mírate vídeos de Remi Galliard por internet o visita a ese amig@ tan salao’ que siempre te hace reír. Si ves que la cosa se pone fea, dedica un tiempo concreto al día para pensar en ello, en serio, márcate un horario y oblígate a concentrarte únicamente en eso durante ese tiempo.

8. Seguro que no todo es malo. Enfádate, llora, patalea si realmente lo necesitas. Pero… ¿te vas a quedar permanentemente en ese estado? ¿Vas a permitir que te salgan miles de arrugas por fruncir el ceño o que tu día de viaje sea una mierda porque la agencia de viajes se ha equivocado? No merece la pena y si te centras en mirar lo malo, te vas a perder lo divertido.

9. ¿Qué puedes hacer TÚ? No podemos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor ni sacar hilos para manejar a las personas de nuestro alrededor, pero sí podemos intentar manejar lo YO pienso, lo que YO siento, lo que YO hago.

10. Relativiza. ¿De verdad es tan importante? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Tus problemas importan, ¡claro que importan! Pero la verdad es que está demostrado que incluso si estamos hablando de algo grave como por ejemplo padecer una enfermedad, el cuerpo responde biológicamente mejor cuando nuestra actitud mental se mantiene positiva. Como el anuncio de Martini decía… La suerte es actitud (gitana bailando), y en parte no se equivocaba.

Si Bob Marley se hizo famoso mundialmente cantando ‘Don’t worry, be happy’… No es sólo porque sea pegadiza.