¿Quién no ha soñado alguna vez con pilotar un fantástico Lamborghini o Ferrari? Alcanzar cotas de velocidad insuperables en un vehículo de cuatro ruedas, sintiendo el rugido del motor y quedándose pegado al asiento del automóvil por la fuerza de la aceleración. Solo los más arriesgados son capaces de llevarlo descapotable y pisar el acelerador para ponerlo al límite de su potencia.