Cuando uno mira al cielo, durante una noche estrellada, se da cuenta de lo grandioso que es el Universo y lo insignificante que el ser humano es. Contemplar la inmensidad de la oscuridad, iluminada por los millones de estrellas azuladas que la conforman, no es comparable con ninguna otra sensación que se haya experimentado antes. Uno mismo se sabe en sintonía como parte de ese macrocosmos exterior que nos rodea. No importa el lugar desde donde se contempla, solo el sentimiento que embarga al contemplarlo.

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