El pasado viernes se inauguró la primera exposición de Diego Etxeberria, Amateurismo. Una muestra que la sala Charada de Bilbao acogerá hasta el próximo 22 de junio, y en la que a través de imágenes tomadas por cámaras de usar y tirar, Etxeberria reflexiona sobre la perdurabilidad de lo momentáneo y el carácter forzosamente amateur del ser humano.
Retratos de un mundo desasosegante y claustrofóbico a través del ocio nocturno, del turismo estacional y del encuentro casual de individuos solos que se creen en la necesidad de buscar compañía para ahuyentar el vacío existencial. Lugares comunes ya globalizados donde el autor y el propio espectador están presentes y que sirven para adjetivar la sociedad posmoderna.
Una serie de fotografías en las que el autor se nutre de personajes ensimismados en la cotidianidad que remiten a un mundo claustrofóbico y casi adolescente. Sin embargo es en el reflejo del fotógrafo sobre tales personajes y sobre las escenografías que habitan donde las imágenes adquieren todo su sentido y su fuerza narrativa se hace más presente. Haciendo de la frescura y lo coyuntural su obra.
Los lugares por donde transita Diego Etxeberria son los propios del ocio nocturno, del turismo estacional y del encuentro casual de individuos solos que se creen en la necesidad de buscar compañía para ahuyentar el vacío existencial. Lugares comunes ya globalizados donde el autor y el propio espectador están presentes y que sirven para adjetivar la sociedad posmoderna. Resulta tierno cuestionarse si dejamos en algún momento de ser adolescentes, de si abandonamos esa chillona actitud del no-quiero-nada-y-lo-quiero-ya, de si realmente existe un estadío posterior al que tengamos que llegar o si esto-es-todo-amigos. Uno de los fotógrafos que mejor ha reflejado lo momentáneo y la efímera perdurabilidad del ocio contemporáneo, el finés Jouko Lehtola, decía que buscaba reflejar la inocencia y la rabia de la edad adolescente, edad que no resultaba ni divertida ni agradable.
Su primera exposición individual en la que profundiza en todas esas constantes vitales que ha desarrollado en Desechables y en su libro recientemente publicado Minor, donde retrata una sucesión de momentos sin principio ni fin abiertos a la especulación del espectador.