El aspecto y distribución de las ciudades va cambiando a lo largo de las décadas. No solo se tiene en cuenta la adaptabilidad a la modernidad que se vive. También las necesidades de la población que las habita. Así, cuando en el siglo XVIII apareció la máquina de vapor, el auge de las fábricas y las manufacturas dieron como resultado la creación de suburbios a lo largo de la ciudad donde se alojaban las clases obreras que servían de mano de obra a las mismas. En el siglo XIX hubo una necesidad de organizar las calles de muchas de las grandes urbes, dado a que los trazados que disponían eran tortuosos y poco prácticos a la hora de que las fuerzas de seguridad pudieran desarrollar sus funciones de seguridad ciudadana.

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