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Mukimono, el arte de liberar la esencia de las frutas

La precisa hoja afilada de  un cuchillo es en el Mukimono una herramienta de liberación gracias a la cual logran escapar las bellas figuras geométricas y sinuosas que la dura piel de los alimentos enmascara en su interior. Pocos son los que ven más allá de la aparente homogeneidad exterior y muchos menos los que logran eliminar la superficie que impide que la esencia, esa hermosa silueta que pugna por ser contemplada por primera vez, logre escapar de su ‘prisión’ como sorprendente escultura gastronómica, pero lamentablemente también efímera.

No es la primera habilidad que alcanzó el máximo virtuosismo bajo fines religiosos y que culmina configurándose como una disciplina artística en sí misma.  Nacida como técnica tradicional oriental utilizada para crear solemnes ofrendas religiosas, el Mukimono o la talla frutas y verduras, ha llegado a culminarse como un arte culinario de lo más exquisito en gastronomía y restauración servidas como guarnición o como centros de mesa con fines decorativos.

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Plantas, flores, animales, formas geométricas… el cromatismo interior de estos elementos esconde todo tipo de sinuosas formas escultóricas en su esencia y son, como siempre, los artistas, lo que logran romper la barrera exterior, recortar la piel que las encierra y liberar a estas bellas figuras caracterizadas por la armonía, el equilibrio y la belleza geométrica.

Al igual que otras técnicas escultóricas, el Arte Mukimono presenta alto, medio y bajo relieve para presentar distintas capas esculpidas y cuyo conjunto ordenado y proporcionado genera imponentes presentaciones llenas de colorido y un apurado tallado. El artista puede utilizar para ello cualquier tipo de fruta o verdura para dar rienda suelta a su creatividad que siempre librará con un afilado cuchillo y que en ocasiones pueden estar sustentadas en su interior con diminutas estructuras realizadas con palillos.

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Piña, melón y sandía son quizá las piezas predilectas debido a que cuentan con una robusta piel que permite generar composiciones más complicadas, sin embargo todo tipo de elementos pueden ser objeto de esta transformación artística a base de apurados cortes. Tailandia, Japón, Vietnam… los países orientales son maestros de estas tallas vegetales, que cuentan hoy en día con prestigiosas escuelas especializadas en esta técnica, sin embargo son muchos los chefs que alrededor del mundo ofrecen increíbles piezas llenas de extraordinarios detalles.

Existe un amplio abanico de artistas dedicados a sacar la esencia interior de frutas y verduras bajo el arte del Mukimono, cada uno de ellos con matices y estilos personalizados. James Parker, autor de Veggy Art explica que su iniciativa surgió tras observar cómo en ocasiones los chefs no encuentran el tiempo suficiente para dotar a los platos de delicadas guarniciones por lo que gracias a sus conocimientos técnicos y su experiencia en prestigiosas compañías de ‘guarniciones para llevar’ decidió lanzar su propia empresa para crear creativos y originales centros de mesa. Actualmente, Parker cuenta con alumnos procedentes de todo el mundo para aprender los secretos del Art Veggy.

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Carl Jones, quien junto con los talladores de frutas Daniel Bartlett y Tony Bien alcanzaron el récord mundial de la ‘escultura más grande de fruta’ en 2010 en la Feria del Estado de Colorado, no sólo presenta originales piezas sino que también enseña a hacerlas. Aunque su habilidad nació como una mera afició,n se ha convertido en todo un arte para un artista que crea impresionantes centros de mesa tallados para bodas, exposiciones y otros eventos.

Otros chefs como Ray Duey o el mexicano Iván Rivero son expertos y habilidosos representantes de esta técnica que, combinando culturas y sabores, aplican sobre melones, manzanas y todo tipo de frutas de las que brotan impresionantes esculturas.

Diversos artistas plasman un carácter más provocador a sus creaciones, como Dimitri Tsykalov, quien hace brotar espeluznantes calaveras de elementos a priori más inocentes como una simple manzana, o el fotógrafo húngaro Tamás Balla cuyo talento conlleva un espíritu más hilarante al dotar de vida a los protagonistas de sus creaciones, cuyas acciones cotidianas permanecían en el anonimato para nosotros hasta ahora.

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Yann Bernard Lejard, el pintor de emociones culinarias

Delicadeza y minimalismo. Armonía y vanguardia. Sencillez y abstracción. La dualidad de sensaciones que desprenden visualmente sus platos es rico en diversidad, aunque no parece ser tan heterogénea la opinión del espectador que los contempla: todos ellos muestran de forma unánime una profunda admiración por su sentido estético. Sus composiciones culinarias se ofrecen suculentas no sólo al gusto sino también a la vista: hoy os mostramos a Yann Bernard Lejard, el pintor de emociones culinarias.

Las creaciones que construye trascienden lo meramente gastronómico para convertirse en un lienzo en el que los sabores se convierten en rasgos sutiles y sus ingredientes en trazos visuales llenos de dinamismo. Según asegura este polifacético chef experto en arte culinario, su inspiración es la vida; y su filosofía, extraer la esencia, la mejor parte del producto, sin importar si es el más simple o el más caro.

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En ocasiones os hemos mostrado en detalle las claves para enriquecer estéticamente un plato, con elementos como las flores, para mezclar aroma, color y sabor; o bien a través del Kaiseki, la sutileza del arte culinario japonés.

El parisino Yann Bernard comenzó profesionalmente su carrera como cocinero tras graduarse a los 16 años aunque sus inicios en cocina comenzaron a la temprana edad de 8 o 9 años. Desde entonces, Marruecos, Irlanda, Francia, Alemania, Rusia e incluso nuestro país – en el Hotel Las Dunas de Marbella, restaurante con una estrella Michelín– son sólo algunos de los lugares en los que ha enriquecido, a base de experiencias y esfuerzos compartidos en distintas culturas, sus cualidades artísticas y culinarias así como su habilidad estética.

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Según asegura, en sus viajes ha descubierto ‘ingredientes, alimentos y personas’. Hoteles y restaurantes de una, dos y tres estrellas Michelin, líderes en toda Europa, han podido disfrutar de las creaciones de uno de los artistas culinarios más originales del mundo.

A pesar de que durante un tiempo se dedicó a explotar su Licenciatura en Magagement, Finanzas y contabilidad en la Industria Hotelera, su entusiasmo por la cocina le hizo volver a lo que realmente le apasionaba. El Cheval Blanc de Moscú, el equipo de Alain Ducasse en el Plaza Athénée, el Glow Restaurant & Lounge en Jeddah (Arabia Saudita)… un amplio abanico de restaurantes de todo el mundo han acogido sus obras culinarias.

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Actualmente Jefe de Cocina en el ‘Plums’ en The Ritz-Carlton, Bahrain Hotel & Spa, este chef considera que “alguien sólo puede ser verdaderamente experto si se desafía a sí mismo a empezar todo de nuevo en diferentes lugares”. Gracias a su trayectoria profesional y sus viajes ha adquirido conocimientos sobre todo tipo de productos y técnicas locales, lo que, unido a sus cualidades artísticas a la hora de diseñar la decoración de un plato le convierten en único e inconfundible una vez el comensal contempla sus platos justo antes de sucumbir al placer de degustarlos.

Foie Gras, salmón, mejillones, arroz, pulpo, shitake, ‘huevos esféricos negros’ de su creación, patatas….  Bahrain, Bruselas, Portugal… Ingredientes y lugares se funden a la perfección en sus platos.  Sabor, textura, color y  un toque de genialidad, todo este crisol de culturas y sensibilidad artística queda perfectamente plasmado en sus creaciones, una maestría que le ha llevado a ser reconocido con relevantes premios, como la tercera estrella Michelin con Heinz Winkler como Chef Saucier o ser nombrado finalista de los Premios Grand Prix Taittinger en Suiza.

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Yann Bernard es un chef experimentado en todo tipo de técnicas, sin embargo, él es un artista que plasma con sus manos y a través de los distintos elementos su propio estilo y sello inequívoco que refleja su personal concepción de la cocina. Define la estética como la ‘continuidad del sabor’ y en ambas dimensiones demuestra ser todo un genio que logra vestir sus platos con un delicado sabor y con suma belleza y sensibilidad artísticas.

Arte culinario madrileño que te hará la boca agua

El 2 de mayo se celebra, entre otros acontecimientos, el aniversario del levantamiento contra el ejército francés que se efectuó en 1808, fecha elegida para convertirse en el Día de la Comunidad de Madrid, por lo tanto también una buena excusa para convertirse hoy en protagonista culinario en Malatinta. Diversidad, riqueza cultural y un asentado bagaje gastronómico de altura son sólo algunas de las características que definen esta región. Hoy Madrid y su arte culinario van a hacer la boca agua a los comensales que deseen recorrerla y disfrutarla.

De sobra es conocido que cada rincón de nuestro país ofrece un amplio patrimonio culinario; no en vano la cocina mediterránea presume sin rubor ninguno de ofrecer suculentas creaciones para delicados paladares y para todo tipo de gustos. Y Madrid es uno de estos ineludibles rincones para amantes de la cocina Esta región es una fiel mezcla de vanguardia y tradición, reflejo de su heterogéneo carácter al ser también cuna de encuentro de las culturas que ofrecen habitantes provenientes de todo tipo de lugares.

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Muestra de esta innovación gastronómica es que en la capital existen cerca de una decena de establecimientos con codiciadas estrellas Michelin, entre los que se encuentran restaurantes de renombre cuya nomenclatura habla por sí sola: Zalacain, Kabuki, El Club Allard, Ramón Freixa Madrid, Santceloni, Sergi Arola, la Terraza del Casino… Sus nombres por sí solos ya te hacen la boca agua. Como protagonista destacado durante los próximos días, es preciso mencionar a Diverxo y su chef David Muñoz ya que el 12 de mayo será premiado por la Real Academia de Gastronomía. Tres estrellas Michelin sirven de reconocimiento a la propuesta de DiverXo y de un chef demuestra tener un gran futuro prometedor, como prueba su también premio Chef de l’Avenir (Chef del Futuro) de la Academia Internacional de Gastronomía francésa, un galardón que precisamente sirve para ensalzar a los jóvenes cocineros con talento.

Grandes chefs madrileños hacen gala de esta región, el rey mediático Alberto Chicote y Paco Roncero, emblemático chef de la cocina de vanguardia con su saber hacer en el Casino de Madrid y en Tapas en Estado Puro, son una excelente prueba de ello, como ineludible son el Ramses con Ricard Camarena como director gastonómico o Dario Barrios y su dASSA bASSA, con los incomparables sabores de su cocina de autor. Sin embargo, es imposible enumerar a todos ellos ya que muchos son los creadores que ofrecen platos vanguardistas y de excelente ejecución en esta región.

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Esta riqueza de visiones visiones y diferentes estilos permiten hacer disfrutar al paladar con curiosas creaciones que reinventan los platos típicos de Madrid. Los huevos rotos, el cocido madrileño, las patatas bravas -cuyo origen, allá por principios del siglo XX, se disputan un par de bares madrileños- o los callos disponen de excelentes reinterpretaciones. Ya mencionamos el  ’Coulant de cocido de garbanzos’, que se alzó con el primer premio en el IX Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid, pero no hay que olvidar  también excelentes reinvenciones de las patatas bravas como las de Sergi Arola o los callos madrileños de Paco Roncero, entre otros muchos.

Y como no, cada uno de estos suculentos ingredientes de historia y riqueza culinaria no pueden más que encumbrar a Madrid como fiel merecedora de acoger un encuentro de la talla de Madrid Fusión, un Congreso Mundial de Gastronomía que se celebra anualmente en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid en enero y que se configura como la cita gastronómica más internacional. Talleres, cartas, ponencias, jornadas… en torno a la creatividad y la fusión gastronómica reúnen en este evento a los mejores chefs y las figuras internacionales de la cocina.

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Sin embargo muchas son las citas y rutas gastronómicas que se realizan en la capital madrileña, como la Ruta del Cocido que acaba de culminar o el certamen El Tenedor te Guía 2014, disponible hasta el 11 de mayo y del que hablamos recientemente. Además, para los amantes de las citas culinarias, avisamos, durante el sábado día 3 de mayo se celebrará en el Recinto Ferial de la Casa de Campo una nueva edición del Día del Mercado de Madrid, en esta ocasión, centrada en los quesos.

Hoy, la fiesta madrileña ha servido de excusa para situarla como uno de los innumerables referentes gastronómicos con los que afortunadamente cuenta nuestro país, pero os proponemos esta idea como el mejor pretexto para curiosear y vivir en persona estas experiencias culinarias. Así que, si bien eres madrileño pero te has quedado por la zona o eres un visitante ocasional, aprovecha para hacer que Madrid te abra el apetito. Se te hará la boca agua.

Kaiseki, la sutileza del arte culinario japonés

Quizá nuestros ojos occidentales no son los más idóneos para percibir toda la sutileza y esquisitez que encierra la expresión cultural y artística japonesa en todas sus disciplinas. Armonía, orden y equilibrio son la inspiración para una esencia y espiritualidad que se manifiesta a través de una estética cuidada y llena de belleza, como la que ofrece tanto a la vista como al gusto el kaiseki, el arte culinario japonés que esconde en el sabor y las diferentes texturas toda su sabiduría ancestral.

Originario del siglo XIV, el kaiseki está estrechamente ligado con el budismo y también con la ceremonia del té  de la que formaba parte como una forma de saciar el apetito para poder saborear al máximo esta bebida posteriormente. Este término- que significa ‘piedra oculta entre las ropas’- rememora a los monjes zen y a los guerreros que escondían bajo su túnica monacal piedras calientes para protegerse del frío y para soportar el hambre ya que se les exigía reducido apetito y poca ingestión de alimentos.

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Posteriormente se identificó con una comida ligera y ahora se ha situado en lo más cotizado de la alta cocina japonesa, que presenta en pequeños y suculentos platos, que pueden llegar a superar la veintena, pequeñas y exquisitas obras de arte. La naturaleza es el fundamento que  sustenta el kaiseki: sus elementos requieren de una íntima relación con ella como un sutil homenaje porque se compone de alimentos no sólo propios de la estación y temporada en la que se sirve sino también aquellos cultivados en la zona y región en la que se ofrece.

No sólo se trata de una cocina ‘de temporada’ ya que cuenta con otro elemento esencial: una estética y elaborada presentación en la que el orden y la armonía lo son todo. Estación natural y orden estético son las claves del kaiseki; elementos también presentes y que ya conocimos en el ikebana japonés, del que recientemente hablamos.

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Toda una experiencia sensorial, este arte culinario se asienta en una arraigada tradición. Desde la contención del espíritu y la cultura zen, que trajo consigo el impulso del estilo vegetariano, la gastronomía japonesa ha contado con ingredientes ahora inseparables, como la aparición de la salsa de soja tan enraizada en la cocina japonesa. Existen varios estilos básicos de cocina, como el Chakaiseki ryori y Kaiseki ryori, una tradición que se ha extendido hasta la actualidad en forma de modernos y sofisticados menús que ofrecen diversos platos en miniatura inspirados en la tradición kaiseiki.

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Flores y especies vegetales de la temporada también acompañan a estas perfectas y reducidas exquisiteces en miniatura. Varios son los elementos y las técnicas y el riguroso orden que siempre están presentes en este surtido de alimentos, como el sashimi (pescado crudo), yakimono suimono (sopa ligera), (alimento cocinado), mushimono (al vapor), nimono (hervido) y aemono (alimentos aliñados), a los que acompañan una sopa de miso, tsukemono (encurtidos), arroz –al final ya que no suele mezclarse con el sake- dulces y fruta. Posteriormente, el té es el paso ineludible para finalizar con este banquete.

Tres estrellas Michelin condecoran las buenas artes del chef Yoshihiro Murata experto en estas técnicas, quien también dirige la Academia Culinaria de Japón, una entidad internacional especializada para la formación y programas interculturales entre Japón y Occidente; allí, cocineros hablan un lenguaje común e incluso secreto sobre la creatividad y la pasión que comparten en torno a la gastronomía.

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Con mismo merecido reconocimiento, el restaurante del chef Hideki Ishikawa ha sido considerado como uno de los mejores cincuenta restaurantes del mundo en los que ha desarrollado su propio estilo de kaiseki moderno.

Muchos son los artistas que modelan bajo el sutil encanto oriental las mejores artes culinarias japonesas; una técnica y una espiritualidad que quizá la indomable cultura occidental aunque no logre retenerlas en toda su esencia sí se empapa y se deja influir cada día más por a la delicadeza de la sabiduría japonesa.

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¿Nos vamos de ‘tapeo’? Arte culinario en miniatura

Crocanti de morcilla sobre lasaña de manzana y queso, tapa de morcilla con manzana al pincho de romero en flor, receta de pincho de pulpo con patata y alioli, rulos con impresiones de bacalao y de carne con foie, montadito de huevo de codorniz con virutas de jamón serrano y foie… Se hace la boca agua ¿verdad? El hecho de que en nuestro país convirtamos la mera necesidad de ingerir nutrientes en toda una ceremonia culinaria que se rinde a los mayores placeres sensoriales es algo que nos da fama internacional.

Nuestra arraigada cultura gastronómica nos caracteriza pero también nos define, no sólo porque contamos con los mejores chefs del mundo, como prueban todo tipo de reconocimientos a nivel mundial sino porque nuestras particularidades gastronómicas son únicas: tapas, pintxos, montaditos, aperitivos, canapés… cualquier término nos sirve de excusa para sumirnos en el deleite de sabores.

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Nadie puede resistirse a estos pequeños bocados de arte culinario en miniatura, ya sea como aperitivo acompañante de una bebida o como pequeños platos presentes en un encuentro social, la relevancia de estos banquetes son inherentes a nuestro comportamiento social hasta el punto de que cuentan con expresiones propias: ‘tapear’, ‘chiquitear’ en el País Vasco, ‘tomar el aperitivo’… Los pinchos y tapas son la mayor “red social” de nuestro país, según definió el mismo Ferrán Adriá.

Durante los últimos años, y dado el impulso de la alta cocina, esta tradición se ha fusionado con la más importante vanguardia culinaria, de modo que, bajo la premisa de partir ineludiblemente de productos de primera calidad y una exclusiva presentación, las tapas y pintxos se han configurado como verdaderas obras de arte gastronómicas. Anchoas, foie, aguacate, crujiente de patata, mariscos, salmón, jamón ibérico…  son ingredientes que se reiteran desde un nuevo prisma. La materia prima y las recetas tradicionales se reinventan con nuevas técnicas y cualquier idea es toda una innovadora propuesta bajo la creatividad de estos maestros.

Verdaderas obras de arte en este ámbito son las creaciones de Albert Adriá –sandía empapada en sangría con canela, ralladura de limón y menta-, Juan Mari Arzak – ñame frito, ostras y crema de aguacate, cebolleta y tomate-, o el conocido huevo trufado de Eneko Atxa, todo ellos reconocidos chefs de renombre internacional. Sin embargo, la calidad gastronómica de nuestro país se extiende a otros maestros culinarios más anónimos que dedican su vocación y sus habilidades al derroche de sensaciones.

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Prueba de ello, son las pequeñas ‘delicatessen’ que consiguen año tras año el reconocimiento de la comunidad gastronómica que les otorga un espacio en el pequeño rincón de la fama culinaria. El asturiano Pedro Martino González, del restaurante Naguar (Oviedo) se alzó con el primer premio en el IX Concurso Nacional de Pinchos y Tapas Ciudad de Valladolid con su ‘Coulant de cocido de garbanzos’, una pieza tradicional renovada con una moderna presentación que consiguió, con una suave textura, el contraste de sabores y el equilibrio de las sensaciones al reproducir en un solo bocado el cotidiano sabor del cocido. Podría parecer sencillo pero conlleva una ardua elaboración ajena a la receta tradicional: una gelée de vinagre de sidra y  la elaboración de un coulant muy especial.

Pero existen numerosos ejemplos de exitosas tapas y pintxos a lo largo de nuestro país. ‘Sandwich Criollo’ es otro título de la obra culinaria que se alzó con el Palillo de Oro en la categoría Libre en el Concurso de Pintxos Txapelketa 2013 de Bilbao de la mano de Sanwicofee Bilbao. Para los aficionados a las creaciones de los científicos experimentales no resulta desconocido el curioso ‘pincho de huevo frito’ de Senén González, chef autodidacta conocido porque en 2010 recibió el premio a la Mejor Tortilla de Patatas de España.

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Madrid Fusión acogía hace tan sólo unos días el X concurso de tapas de diseño cuyo ganador ha sido el ‘Mari Tako de bonito con teriyaki de cítricos mayonesa de curry y de wasabi y fruta fresca’, considerada como  la mejor innovación culinaria del año y creación de Manuel Eduardo Rodríguez del restaurante bilbaíno Haritza. También castiza, aunque proveniente del planeta rojo, fue la ganadora del Concurso Oficial ‘La Tapa de Madrid 2011’: ‘Planeta Marte’, del (restaurante National Geographic Café), es el nombre de esta tapa creada a partir de un buñuelo relleno de huevo, jamón, hongos y salsa de piquillo junto a un vino reducido y un especial diseño que rememora a esfera planetaria a la que homenajea.

Sin embargo, la creatividad y arte está presente en cada rincón de nuestro país en estos pequeños bocados de cultura gastronómica, desde el archiconocido donostiarra ‘Gilda’, que hace honor al picante carácter del personaje inmortalizado por Rita Hayworth, hasta las más variadas creaciones. ¿Nos vamos de tapeo?

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¿A qué saben las esferas? A explosión de texturas

No hay duda de que los placeres que experimenta el paladar vienen incitados por una vista que tiende a ser atrapada por las más apetitosas y bellas tentaciones culinarias. Por eso, cuando el delicado sabor se adereza con una sugerente presentación y, además, con los últimos avances de la ciencia, nos encontramos con toda una revolución, la cocina molecular, una verdadera explosión de sensaciones.

Ciencia y arte culinario se fusionan a la perfección en este tipo de cocina, una tendencia cada vez más en auge que busca, junto a la más alta calidad de la materia prima, nuevas formas de expresión en las preparaciones y decoraciones, pero asentando su esencia en el arraigo de las recetas tradicionales. Novedosas texturas, originales consistencias, sugerente colorido, contraste de formas… se suceden en esta revolucionaria cocina que cada vez cuenta con más adeptos y que propone que alcancemos los sabores que resuenan en nuestra memoria gastronómica a partir de nuevos caminos, originales apariencias y vanguardistas técnicas.

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El origen de la cocina molecular surge en 1988 cuando el físico húngaro Nicholas Kurti y el profesor de química Hervé This comienzan a explorar los fenómenos culinarios a partir de las propiedades físico-químicas de los alimentos y los procesos tecnológicos que los transforman: carbohidratos, proteínas, lípidos…. se tornan en espumas, geles o formas geométricas al ser sometidos a distintos procesos. Quienes se atreven con este tipo de cocina vanguardista no buscan otra sensación que no sea experimentar, ya que su objetivo es trasgredir los límites establecidos de la cocina tradicional sin perder la naturaleza de la que nace y que la fundamenta.

Creadores de esferas, la ‘Sferificación’

Ferrán Adriá es sin duda el más célebre referente de nuestra alta cocina y uno de los baluartes de la cocina molecular. Su restaurante, El Bulli, considerado el mejor del mundo, se transformó tras su cierre en una fundación cuyo objetivo es la creatividad gastronómica y la búsqueda de nuevas ideas culinarias.

Precisamente, este maestro es el creador de la ‘sferificación’, una técnica espectacular que puso en práctica en elBulli en 2003 y que permite elaborar unas recetas nunca antes imaginadas, según explica él mismo en la web que comparte con su hermano Albert. Esta gelificación da origen a suculentas esferas, marcadas por una inimaginable riqueza cromática, desconocidas texturas y múltiples sabores, que pueden ser manipulables dada su docilidad y plasticidad.

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Líquidos encerrados en texturas gelatinosas que se quiebran formando un arcoíris de sabores y aromas, mojitos solidificados en transparentes formas esféricas, raviolis rellenos de sensaciones de mango y frambuesa, globos que encierran agua de rosas, cápsulas opacas que esconcen sorprendentes impresiones en su interior, espuma cremosa envuelta en noquis esféricos, engaños a la vista en forma de huevo… ciencia y arte culinario al servicio de la intensidad, la belleza y la perfección para provocar toda una experiencia de sabor en nuestro paladar.

Las posibilidades que ofrecen a la creatividad son infinitas, no sólo a nivel de decoración sino también a la hora de ofrecer una experiencia sensorial, puesto que su versatilidad es tan amplia que permite  incluso disponer elementos en su interior que ofrecerá no sólo una composición tremendamente original sino una mezcla de sabores insólita.

Alginato – un espesante natural procedente de las algas pardas-  cloruro cálcico y agua son las claves para provocar esta gelificación desde la que surgirán todo tipo de formas esféricas: globos, canicas, perdigones, caviar… que ofrecen un sinfín de posibilidades para el arte culinario y la decoración de los platos.

Existen dos técnicas distintas, la sferificación básica, que consiste en aplicar alginato al líquido que se convertirá en esfera al introducirlo en la disolución del cloruro cálcico; o bien la sferificación inversa, más recomendable para líquidos con densidad acuosa que requieren de la aplicación del calcio en primer lugar. Esta segunda progresión permitió detener la gelificación de las elaboraciones y conservarla tan sólo en la superficie. Albert y Ferrán Adriá han comercializado un kit específico para facilitar la realización de ambas técnicas a los amantes de la cocina.

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La ‘sferificación’ como técnica es tan sólo la herramienta, el procedimiento de punto de partida, pero el horizonte es infinito ya que es tan sólo la magia y la creatividad de los maestros gourmet serán las que puedan poner límites a esta original y artificiosa destreza.

Si quieres ver cómo se realiza la ‘sferificación’, echa un vistazo a este vídeo.

Déjate seducir: sucumbe al placer sensorial del arte en chocolate

Poco precisa el chocolate para ofrecerse a la vista aún más irresistible de lo que ya promete con su apetecible aspecto natural. No requiere de decoraciones extremadamente profusas para ostentar el liderazgo en el menú de pecados gastronómicos. A pesar de ello, algunos artistas culinarios se empeñan en ensalzar sus posibilidades estéticas para potenciar su carácter tentador y convertirlo así en la pesadilla prohibida de ‘cacaoadictos’ sometidos a una cruel disciplina hipocalórica.

El secreto del placer sensorial que suscita  el chocolate – con base científica probada ya que radica en la producción de una sustancia química natural – en ocasiones viene alentada por una seducción visual previa que le hace todo un ineludible embaucador. La creatividad de estos gourmets logra concebir sutiles formas con las que subliman textura, color y esencia para ofrecer dignas esculturas gastronómicas que invitan irremediablemente a caer en la tentación de degustar su sabor.

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La versatilidad del chocolate ha inspirado dulces creaciones en manos de artistas como Oriol Balaguer. Este catalán, Premio Nacional de Gastronomía, ha significado toda una revolución en el mundo de la chocolatería: decidió aderezar su arraigada tradición familiar pastelera con sus conocimientos en diseño y estructuras artísticas dando como resultado increíbles obras marcadas por una incuestionable sensibilidad, a la par que elegancia y originalidad.

Su creación ‘Las siete texturas del chocolate’, hoy ya superada con una creación que aporta ocho, le hizo conquistar en 2001 el premio al Mejor Postre del Mundo, un galardón que auguró posteriores éxitos y premios que le han encumbrado a lo más alto del panorama creativo gastronómico. Sin exageradas ornamentaciones y desde el pleno dominio de la materia prima, este artista ha afianzado sin lugar a dudas su clara capacidad para fusionar diseño, estética y dulzura, un mérito reconocido por su mentor, Ferrán Adriá.

Prueba de ellos, son sus huevos de Pascua conceptuales: la ligereza deja de ser un concepto y se transforma en realidad bajo su ingenio. Compone increíbles formas que se erigen en estructuras cuya estabilidad parece inalcanzable pero que dan como resultado sinuosas formas ligeras, incompletas y  sugerentes.

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Similar punto de partida tuvo el también catalán Enric Rovira, cuyas famosas Monas de Pascua se convierten en verdaderas esculturas de tonos chocolate. Su afición al dibujo, a la fotografía y a los trabajos creativos confieren a estos originales huevos de pascua un carácter inusual que le identifica. Sus colecciones Gastronomic, donde el valor principal son los ingredientes y las combinaciones del chocolate; Barcelona, inspirada en elementos arquitectónicos de la ciudad;  o Parfum, chocolates elaborados con esencias naturales, son sólo algunas de sus exquisitas obras de arte marcadas por la sofisticación

El lema de Rovira es la permanente innovación. Moldes diseñados previamente para albergar a originales huevos que serán después ornamentados con pistolas decorativas le ayudan a idear una nueva mona cada año más extraordinaria que el anterior.  La compleja sencillez de sus creaciones, en ocasiones elaboradas junto a personalidades como Subirachs o Mariscal entre otros, han traspasado las fronteras hasta ciudades como Nueva York o Tokio.

El maestro chocolatero Hans Ovando, representante español en el World Chocolate Masters celebrado en octubre en el Salón del Chocolate de París, se alzó con el premio al ‘Mejor Bombón Bañado’ en este célebre certamen; una calidad que ya fascinó a los asistentes en la semifinal celebrada en nuestro país y que conquistó con su Tarta Batlló. Con una progresión brillante y una inteligente improvisación que afianza en una gran tenacidad e incansable esfuerzo, este pastelero de origen chileno demostró ser uno de los grandes en este encuentro.

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Duros rivales en la batalla del arte del cacao son Francia o Bélgica que se sitúan en el mapa como grandes países chocolateros y que aprovechan su tradición gourmet y su pasión por el arte para rendir un distinguido homenaje a este ‘oro gastronómico’. La Academia Francesa de chocolateros y pasteleros es fiel testigo de este savoir fair’. Su asesor técnico, Philippe Bertrand – Ganador del premio Meilleur Ouvrier de France (Mejor Artesano de Francia) en 1996 – se posiciona como un claro protagonista de la escena gastronómica francesa.

Uniendo su creatividad a la de Martin Diez, ha logrado un tándem de genialidad cuyas obras se bañan a partes iguales en la riqueza multicolor -lograda con manteca de cacao pigmentada- la sutileza de los relieves -gracias a polvos creativos- y  la originalidad de las cristalizaciones de chocolate.

La lista de maestros y artistas chocolateros es inabarcable y las técnicas utilizadas están en permanente innovación. Los gourmets del cacao prometen, afortunadamente, seguir sorprendiéndonos y haciéndonos sucumbir este dulce placer sensorial.

 

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