La oscuridad ha aterrado al ser humano desde el comienzo de la vida en este planeta. Cuando la noche empieza a caer, la oscuridad emerge desde el horizonte para ir adueñándose, poco a poco, de todo lo que va envolviendo hasta engullirlo por completo. Desde la aparición de la electricidad, el hombre ha conseguido ganarle en algo la batalla para que la vida pueda continuar a pesar de la ausencia de luz solar. Sin embargo, ese miedo y terror ancestral permanece ahí, como una señal de alerta para que estemos atentos a aquello que nos pueda acechar cuando las tinieblas están presentes.
¿Quién no ha sentido un poco de miedo cuando, siendo aún pequeño, un ruido interrumpía el sueño y quedabas desvelado, ante la oscuridad de tu habitación, emergiendo de la imaginación todo tipo de monstruos, ladrones o seres de otra galaxia culpables de ese extraño sonido? Y no sólo de niños. Ver una película de terror en la televisión no está exento de tener que ir al baño o a cualquier otra estancia de tu hogar y cruzar la oscuridad de los pasillos que las comunican sin no sentir un miedo que te hace dar una carrerita o encender todas las luces posibles y por haber para no morir en el intento. Mientras tanto, tu corazón late a mil por hora y tu respiración se entrecorta sin que tu cabeza sea capaz de parar de pensar en los posibles personajes de la película que pueden acabar apareciendo en tu casa sin haber sido invitados previamente.
Algo así ha debido de pensar el artista David Daniel Álvarez antes de crear una serie de dibujos cuyo principal protagonista es la oscuridad. Bajo el título I dreamed I was the Night, estas bonitas ilustraciones tratan de recoger por separado el sentimiento humano ante la oscuridad y el sentimiento de la propia oscuridad cuando emerge en el horizonte.
Dotar a la oscuridad de alma humana no ha sido trabajo fácil. Para ello, Álvarez se ha servido de la figura de la Noche. Cuando cae la Noche, la vida parece que se esfuma. Los animales regresan a sus guaridas para comenzar su descanso hasta la llegada de los primeros rayos de sol. Los peligros parecen acechar por cualquier lado. Solo la Luna, las estrellas y los animales nocturnos se atreven a acompañar a la oscuridad hasta el nuevo día. Y durante la noche todo parece tener un halo de misterio, de enigmático, de especial, de insólito, de mágico. Solo los valientes son capaces de traspasar las barreras del miedo a lo desconocido para adentrarse en las maravillas de un mundo diferente. Algunos lo harán en grupo, otros en solitario. Pero tan solo el hecho de cruzar esa barrera denota un acto de confianza en uno mismo, a pesar de las dificultades que se esconden tras lo que no se ve.
La Noche se convierte así en el reflejo de aquello a lo que el hombre teme. La mayoría de las veces se tratan de sus propios fantasmas, esos que no necesitan de sábana blanca o apariciones para asustar las mentes de los que los imaginan. Otras, de miedos infantiles o traumas no superados que nos ponen a prueba una y otra vez. Pero la Noche y la oscuridad no tienen la culpa de existir y provocar ese vacío que, de vez en cuando, el ser humano necesita para poner sus cosas en orden. La Noche es un vacío con su propia luz que ilumina la oscuridad de los demás. Cuando se es capaz de comprender ese vacío, la Noche se convierte en luz y se pueden apreciar todas y cada una de las bellezas que guarda bajo su manto.
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