El Año de los Bécquer viene cargado con rutas guiadas por los principales escenarios de la vida de Valeriano y Gustavo, lecturas poéticas en estos escenarios, proyecciones, mesas redondas, conciertos e incluso actos exclusivos dentro del programa de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Esta ruta de los Bécquer tiene como paradas obligadas el Parque María Luisa, con la estatua dedicada a los dos artistas románticos, la casa natal en la calle Conde de Barajas, la parroquia de San Lorenzo donde fueron bautizados, el colegio San Francisco de Paula donde Gustavo estudió Humanidades, las calles donde transcurrieron la infancia y juventud de ambos hermanos como la calle Potro y la calle Mendoza de los Ríos o el citado Panteón de Sevillanos Ilustres.

Otros de los lugares comprenden estatuas dedicadas a los artistas, el Museo de Bellas Artes que alberga el conocido retrato que Valeriano hizo a Gustavo en 1862,  el Convento de Santa Inés, cuyo organillo inspiró la leyenda de Maese Pérez el organista o la capilla de las santas Justa y Rufina, situada en la Catedral de Sevilla, donde descansan los restos de los antepasados de los hermanos. Hay que recordar que los Bécquer son una familia de comerciantes flamencos que consiguió labrarse una fortuna en la capital hispalense, como muchas tantas familias extranjeras que se instalaban en Sevilla y Cádiz para comercializar sus productos por ultramar.

El Año de los Bécquer pretende así rescatar de la memoria colectiva a dos de los representantes del Romanticismo español, que vivieron el movimiento en primera persona en la ciudad romántica por excelencia: Sevilla. El ambiente donde crecieron, con una familia dedicada a los pinceles desde tiempo atrás, más sus inquietudes artísticas hizo tanto de Valeriano como de Gustavo dos de los máximos exponentes del Romanticismo en España. Por ello no es extraño que ambos participaran de la vida artística cuando llegaron a la capital española. Además, sus estancias en Aragón y Castilla son un testimonio arqueológico, tanto pictórico como literario, de primera mano de la vida de la España en esas latitudes de la segunda mitad del siglo XIX.

Su trágico destino fue alcanzar la meta que se habían fijado cuando llegó el ocaso de sus vidas, sin poder disfrutar de las mieles del éxito hasta la vejez. La tragedia parecía marcar la vida de ambos hermanos allá donde fuesen. Tal vez la paradoja radica en que las mejores obras surgen del dolor vivido en lo más profundo del ser. Y tal vez ese haya sido el destino de los Bécquer, donde la tragedia sacó lo mejor de los dos artistas y supieron plasmarlo de manera inmortal en sus obras. Celebremos así la obra de los Bécquer en este 2020.