El poder y la fuerza de YouTube como instrumento, herramienta y medio de comunicación de masas es incuestionable. Sus límites se ensanchan cada año por lo que es muy difícil predecir las tendencias o aquellas corrientes que van a marcarlas. Desde hace algunos años dos términos se acuñaron para cambiar la manera de crear y consumir las infinitas piezas audiovisuales que a diario se registran en la red: los youtubers y los millennials. Ambas expresiones permanecen imbricadas a un nuevo siglo en permanente cambio y evolución; el primero hace referencia al fenómeno que, en los 10 años de vida de la plataforma, ha llevado a los usuarios a crear canales donde el propio usuario es el protagonista y cuya regla básica es la creatividad; algo que parece inherente a los millenials, la generación crecida a partir de la década de los ochenta y que tiene como referencias el conjunto de experiencias sociales, políticas y culturales vividas a partir del año 2000.
Otro de los factores que han causado el crecimiento masivo de los youtubers ha venido de la mano de la tan manida crisis. Muchos de estos millenials, sin una expectativa clara de futuro, han optado por usar esa creatividad a la que hacíamos referencia para poder ganarse la vida a través de la red, en un periodo de transición en el que la pérdida identidad y calidad de los oficios de toda la vida ha conducido a este paréntesis con cierto carácter decadente por lo que se han abierto estas nuevas vías, nuevas expectativas y nuevas profesiones acordes a la mutación social acelerada en la que estamos inmersos.
Análisis aparte, existe un amplio abanico de posibilidades, censura mediante, con las que poder ganarse la vida siendo un youtuber. Ingenio, talento y, por qué no, una dosis de suerte en el azaroso juego del aquí y ahora, pueden catapultar cualquier propuesta desde el anonimato al estrellato en cuestión de clics.
Esto es lo que les ha sucedido a millares de músicos, artistas y cantantes que se han subido a este carro, de manera más o menos acertada, pero que han logrado conseguir cierta notoriedad en las redes y eso, a día de hoy, es sinónimo de dinero. Aunque nadie te asegure que puedas mantenerte en la cresta eternamente.
Silvia Johny lleva tiempo dando que hablar en las redes. Su portentosa voz lleva resonando en el metro de Nueva York desde hace unos años con sus versiones de clásicos de Aretha Franklin, Whitney Houston e incluso temas más actuales como el Stay With Me de Sam Smith, fiel a un estilo en el que su voz es la protagonista.
Un caso claro de triunfo con YouTube como trampolín es el de las Gardiners Sisters. En el lejano 2007, cuando la plataforma apenas contaba con dos años de vida, estas tres hermanas de Carolina del Norte comenzaron su andadura en las redes con vídeos caseros donde versionaban a Miley Cirus, Taylos Swift o atreviéndose con clásicos como Fly Like An Eagle de la Steve Miller Band. 9 años después su canal cuenta con más de 500.000 suscriptores, gracias a ello han conseguido cumplir su sueño publicando hasta 5 EP’s hasta la fecha.
Pero no sólo de voz viven estos youtubers. El humor es otro común denominador en la mayoría de estos vídeos, bien sea parodiando películas o a artistas como pueden burlarse de políticos mediante canciones de cosecha propia. Este es el caso de Jonathan Charles Cozart más conocido como Paint en su canal de YouTube que atesora más de tres millones y medio de suscriptores.
Lo que empezó con versiones de andar por casa de los Goo Goo Dolls, Justin Timberlake o One Republic ha terminado por transformarse en el éxito masivo de Boyce Avenue gracias a sus más de ocho millones de suscriptores y que les ha llevado a publicar sus discos de versiones en plataformas como iTunes o Spotify entre muchas otras.