El concepto de ruina fue muy bien definido a finales del siglo XVIII, cuando un joven Goethe viajaba por Italia en busca de la Antigüedad Clásica. Su sorpresa fue mayor cuando pudo reflexionar sobre el concepto de paisaje y de historia. Al joven escritor no le interesaba tanto las obras arquitectónicas, escultóricas o pictóricas que abundan por toda la geografía italiana. Lo que de verdad llamó la atención del alemán fue cómo la historia misma estaba integrada dentro del paisaje, formando parte del campo. La ruina se convertía así en el elemento definidor de la historia del lugar, la huella de lo que fue un día el esplendor y que ahora se torna en parte del paisaje, aunque este paisaje sea ya campo de cultivo.
Y como la ruina es parte de la historia y la historia resume la vida de un lugar, Nathanael Dorent y Lily Jencks han querido rememorar las huellas de la Irlanda rural, salvaje y profunda, a través de un proyecto muy particular. Unos clientes deseaban reconstruir una antigua casa de campo del siglo XVIII para convertirla en un hogar moderno y confortable. Dorent y Jencks han conseguido todo eso y mucho más con su propuesta.
En primer lugar, el plano debía integrar tanto parte de las ruinas que conferían la casa como respetar su morfología original. Por ello, muchas de las áreas de la vivienda presentan una piedra de mortero creando una gruesa pared que pertenecería a la antigua estructura. Esa piedra vista le otorga un halo de antigüedad propio de una ruina histórica. La ruina se convierte así en parte del paisaje y también en parte de la vivienda moderna. Se une el concepto histórico de pasado con el de presente para proyectarlo al futuro inmediato.
En segundo lugar, el diseño de la casa se adapta a las exigencias de la vida actual. Las formas curvadas recuerdan el interior de una cueva y hacen mucho más fluido el paso de unas zonas a otras. El empleo de amplias cristaleras y de claros de luz en el tejado permite una iluminación perfecta, ampliada también por el uso del tono blanco de las paredes que le otorga un toque incluso futurista.
Al exterior, la fachada se adapta a las necesidades del terreno y se mimetiza con el ambiente del lugar. Además, las cristaleras permiten un contacto directo con el exterior y con la vida ganadera del lugar. Todo queda así integrado en una fabulosa casa que hace las delicias de sus inquilinos.
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