La ciudad de Trento es uno de esos enclaves históricos que no pasa desapercibido para los estudiosos. En ella tuvo lugar en el siglo XVI el llamado Concilio de Trento. En él se estableció la actual doctrina católica y las prácticas comunes al rito romano. Pero también en este cónclave se definió las normas por las que un edificio religioso debía edificarse. La sencillez de las fachadas exteriores también debía fluir en el interior de los lugares rituales. Así, los primeros edificios religiosos en seguir estas nuevas reglas expuestas en Trento fueron aquellos concebidos por la orden de los jesuitas. Con este hito constructivo daba lugar el periodo artístico que se conoce como estilo Barroco.

El Barroco estuvo presente casi unos doscientos años como estilo definitorio de una época donde florecerán grandes monarcas europeos como Felipe IV o el rey Sol. Asimismo, este estilo será el primero en cruzar el charco y transformar las principales ciudades del sur de América que conformaban el Imperio Español.

Es durante esa época en la que se construye un monasterio en la localidad de Arco. Este lugar, ubicado entre Trento y Verona, tiene como fondo de escenario los majestuosos Alpes italianos. Además, las orillas del lago Garda bañan los pies de su extensión y el río Sarca actúa como límite natural por su lado oriental. Este monasterio, que constituye uno de los atractivos del lugar junto con el castillo y los restos del recinto fortificado que albergaba, ha vuelto a la vida, en forma de spa, gracias a la colaboración de Patrimonio Cultural de Trento y NOA arquitectos.

Como edificio histórico de la localidad, toda obra acometida tiene que llevar el beneplácito de restauradores y especialistas en la materia. La remodelación llevada a cabo ha respetado por completo la arquitectura original y los materiales empleados en su momento. Así se puede observar el suelo de loza original, las paredes enyesadas de color blanco características de este tipo de edificios de recogimiento, así como los artesonados de madera, emblemáticos arcos de medio punto o la estructura de las estancias. En este último punto, las celdas conventuales se han conservado por completo y lo único que se ha procedido es a la incorporación de un baño completo para los huéspedes.

El conjunto de este monasterio de Arco restaurado por NOA arquitectos se ha completado con un edificio adyacente, de estética completamente actual. El vidrio y el metal se han convertido en su seña de identidad para albergar el spa, las saunas y la piscina al aire libre. Al interior de este espacio, el roble se convierte en el protagonista con la misión de seguir contribuyendo a crear esa aura de tranquilidad y relajación que el complejo ofrece.

NOA arquitectos consigue así conservar la originalidad de un conjunto histórico pero adaptándolo a unas necesidades actuales diferentes. Si la tranquilidad de espíritu se conseguía hace tres siglos tras las paredes de un edificio religioso, en la actualidad la magia del spa consigue hacernos olvidar el estrés y la ansiedad del ajetreo diario.

Fotografía de Alex Filz.