A principios del siglo XIX, un hombre llamado Little Jon vivía en una extraña cabaña construída bajo la tierra en la región de Småland, en Suecia. Este espléndido lugar está conformado por una vasta extensión de bosques y abundantes lagos donde la vida, en un pasado no muy remoto, era difícil en todos sus aspectos. Esta región del sureste de Suecia es conocida por ser una de las menos fértiles, a pesar de sus bosques, al no ser apta para el cultivo. Por lo que la vida en estas latitudes no fue nada fácil para sus habitantes.
Sin embargo, al ser tan abundante en madera, pronto se convirtió en el lugar preferido por la industria mobiliaria para desarrollar sus talleres y almacenes. Es de sobra conocido que, en este lugar, nació la primera fábrica de muebles IKEA, entre otras marcas famosas del país escandinavo.
En este escenario tan característico del norte de Europa, Little Jon vivió con su madre y su hermano en unas condiciones precarias de vida en el siglo XVIII. Tal es el caso, que ambos terminaron acabando con su vida en un lago cercano para no tener que sufrir más las miserias y penurias de un país nada favorable para los pobres y dejando al pobre Jon a su suerte. A pesar de que en la actualidad los países escandinavos poseen una de las mejores tasas de empleo y alfabetización de todo el continente, durante siglos pasados fueron considerados lugares de bárbaros y gente ruda, faltos de educación y cultura, sometidos a unas duras condiciones de vida debido a su climatología.
Son bajo estas circunstancias cuando se desarrolla la vida de Little Jon. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, fueron muy comunes la construcción de cabañas de piedra en el bosque que hundían parte de su cuerpo en la tierra. Estas pequeñas chozas sirvieron a pobres, mendigos, indigentes e incluso criminales, para guarecerse ante las inclemencias del tiempo y vivir alejados de la civilización. La mayoría de ellas fueron construidas entre la demarcación de las granjas en zonas de paso y, en muchas ocasiones, las familias que vivían en ellas terminaban trabajando para los granjeros dueños de esas tierras de manera que así conseguían algo de dinero o comida para subsistir.
La casita de Little Jon consiguió sobrevivir al paso de los siglos y permanecer tal cual hasta los años setenta, cuando fue sometida a una restauración pero conservando los elementos interiores. Esta renovación estaba enfocada a mantener la choza como refugio frente a una posible invasión rusa. La familia que la restauró todavía la conserva y la ha sometido a una nueva remodelación para dar a conocer parte de la historia de estos lugares que forman parte de la cultura del país. Llama mucho la atención la ausencia de cualquier elemento innovador y la simpleza de mantener la crudeza de un tiempo pasado donde la supervivencia era casi un regalo de la providencia. Nunca sabremos si Little Jon logró llegar a la edad madura o si murió en ese intento de mantener la llama de la vida iluminada.
Fotografía PonyHans
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