La obra se ha escapado del lienzo y se ha trasladado al propio espacio. Esta es una de las expresiones artísticas más distintivas de la italiana Esther Stocker. Su técnica se expresa directamente del arte contemporáneo en el concepto de instalación. Todo ello usando una iteración entre el espacio como medio y expresión final.
Nacida en 1974, Stocker estudió en el Art Center College of Design en California y ha tenido más de 32 exhibiciones en ciudades de todo el mapa: Chicago, Frankfurt, Roma, Berlín, Lóndres y París. Una de sus principales influencias es el cubismo, encontrando sus obras lineales con motivos similares. Pero no la única, la propia autora explicó en una de sus tantas entrevistas que, sus influencias van desde matemáticos como Gottlob Frege hasta de las tiras cómicas de Snoopy. Por medio de su obra, la artista nos muestra un entorno urbano inexistente en el mundo real, pero gracias al cual, consigue crear un sentimiento de nostalgia en el espectador. Su trabajo nos invita a reevaluar la manera en la que conceptualizamos nuestros alrededores y a romper con nuestras nociones de espacio y orden.
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Al trabajar de una manera muy mínima en alto contraste, se muestran sólo dos dimensiones, pero el espectador termina viéndolo como tres. Esto es, porque buscas entender la figura, encontrar el fondo y las formas. De ahí que el público termine «deambulando en la pintura, tratando de hacer sentido de ella». De esta manera, Stocker consigue que el espacio pierda su estado rígido cuando el propio espectador puede interactuar en el mismo. El “engaño” resulta increíblemente unido a todas sus instalaciones, ya que por medio del camuflaje la obra pasa de la lona al espacio e invaden suelos, techos, paredes de galerías y museos. Por medio de sus planos llegamos a explorar lo que no es.
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Sin lugar dudas muchos podrían pensar que su obra se define por sus gruesas líneas negras a lo largo de las paredes, pero el objetivo último de la artista es jugar con los vacíos entre ellas, el espacio ya existente. Aquí es donde realmente la mente arquitectónica de la italiana toma más fuerza. Esta fragmentación es lo que consigue crear un mundo ajeno, trasladando al espectador dentro de la propia obra y consiguiendo que sea parte de esta ambigüedad espacial.
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