Es curioso, pero las personas podemos llegar a evitar y temer aquello que más ansiamos o deseamos. ¿Contradictorio?
Puede resultar paradójico cómo, sin querer o de forma inconsciente, boicoteamos algunas situaciones; evitamos, por ejemplo, algo que nos apetece por si acaso sale mal: una relación sentimental, aplicar para un puesto de trabajo que nos interesa, tratar de cumplir un sueño… Somos capaces de mentirnos a nosotros mismos y contarnos incluso que queremos algo completamente diferente, o ponernos millones de excusas que, en el fondo, bien sabemos que esconden una realidad distinta.
¿Alguna vez te has sentado contigo mismo y te has confesado aquello que realmente te gustaría conseguir?
Imagina durante un segundo que intentas conseguir lo que deseas y lo logras. Imagina que no funciona, que te equivocas, que metes la pata, que pierdes lo que más querías y que la responsabilidad es tuya, es más, que la culpa es tuya. Imagina que no sale bien lo que más anhelas. Da miedo, ¿no?
Mientras las excusas y las circunstancias para no intentarlo al 100% puedan protegernos, no necesitaremos parches ni agua oxigenada para las heridas por si nos caemos en el intento. Nos sirven de colchón, ‘mejor malo conocido que bueno por conocer’ cobra sentido en este instante.
Ahora, vayamos un poco más allá, vayamos al extremo opuesto. Supongamos que consigues lo que quieres y sale bien. Igual eso aprieta el nudo en la garganta, ¿no? – ¿Pero qué dices? ¡Ojalá! ¡Si es lo que deseo! ¡Cómo me va a generar malestar! – Pensarán algunos.
Entonces, ¿por qué no intentarlo al 200%? ¿Por qué no ir a por ello? ¿Qué pasa si «eso» funciona y sale bien? ¿Cambiaría algo en tu forma vida o a tu alrededor?
Es complicado llegar al planteamiento que os proponemos, apartad las palabras para poder ver en profundidad. Si nos permitimos susurrar la verdad -aunque sea muy bajito-, igual nos topamos de frente con el hecho de que, conseguir nuestros sueños, tiene consecuencias tanto positivas como negativas… Y eso da vértigo.
Ser el conductor de un coche requiere convertirse en responsable de elegir dirección y acción. Este proceso es similar, implica asumir que yo soy el que toma las decisiones, el que lleva las riendas de mi vida, supone hacerme dueño de mis actos y sus consecuencias, de mis aciertos y mis fallos.
¿Estás dispuesto a coger el volante de tu vida? Asumir la responsabilidad de que tu vida es tuya, para bien y para mal… Eso sí que acojona, ¿verdad?
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