Unos de los dioses más conocidos de la mitología mesoamericana es, sin lugar a dudas, el dios Quetzacóalt. Aparentemente, tiene forma de serpiente y presenta una serie de plumas en su cabeza que aluden al espíritu y el alma. No es de extrañar que la traducción de su nombre signifique “hermosa serpiente”. Las limitaciones humanas, recogidas a través del simbolismo del reptil, son superadas por un alma noble y fuerte. La obra arquitectónica que aborda Malatinta esta semana también tuvo que superar una serie de limitaciones para poder tomar vida a partir del terreno. Por ello, Javier Senosiain decidió bautizar a esta construcción como Nido de Quetzacóalt.
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El espacio disponible para la edificación de todo el entramado era un terreno irregular de unos 5.000 metros cuadrados. Una cañada de encinos y barrancos atraviesa un complejo de 16.000 metros cuadrados por lo que, debido a la inestabilidad de las cuevas que conforman y dan vida a este paraje, se decidió construir dentro de una, de unos 50 metros de largo y 6 de ancho. Quetzalcóalt le vino enseguida a la imaginación a Senosiain, tanto por la dificultad que se le presentaba como por las dimensiones para realizar su obra. El artista decidió idear una cabeza de serpiente en la boca de la cueva y observó que en realidad parecía que entraba y salía del terreno. El “Nido” había empezado a tomar forma.
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Además, las formas reptilianas le han ayudado a configurar los espacios más útiles jamás vistos con anterioridad. Así, el cascabel de la serpiente le sirve para ubicar, en la parte alta del crótalo, un depósito de agua para recoger y canalizar el agua de lluvia. No contento con ello, la parte baja de este crótalo alberga la garita del conserje de la casa y en una planta inferior se sitúa un cuarto de máquinas y diez pequeñas bodegas. El ahorro de espacio y energía está así garantizado
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La historia del ser humano y su contacto con la naturaleza son las fuentes donde bebe este artista. Por ello, ha querido crear un espacio adaptado a las necesidades del hombre, tanto físicas como psicológicas y ambientales. Partiendo de la idea de que el hombre habitó hace muchos siglos en una caverna, el edificio se constituye como un refugio natural con formas cóncavas que recuerdan ese lugar donde vivimos. Como resultado, el conjunto queda integrado por espacios amplios y continuos, con formas cambiantes como el cuerpo de una serpiente y respetando el movimiento natural del ser humano, además de incorporar un mobiliario adaptado que facilita el tránsito de un lugar a otro.
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Arquitectura orgánica que se adapata al espacio que coloniza y le dota de color, de vida y de luz. Un edificio fantástico que recuerda la mitología más antigua y muy arraigada al lugar donde se construye. Nunca antes pasado, presente y futuro han convivido en una obra genial, equilibrada, original y pintoresca.
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