Todo empezó bajo una carpa de circo en 1996.

Hoy, 30 años después, la pista central abarca más de 14.000 metros cuadrados de un pabellón en IFEMA y los diseñadores que participan en ella siguen dando el necesario doble salto mortal sin red para estar en ella. Desfilar en la Mercedes-Benz Fashion Week tiene un alto coste que no todo el mundo se puede permitir y que no todo el mundo ve rentable. Poner en pie cada edición cuesta unos 3 millones de euros, buena parte del presupuesto lo cubren los patrocinadores, entre ellos marcas tan potentes como Mercedes-Benz, Inditex o L’Oréal, que corren con un 65 % del gasto. IFEMA paga un 30% y lo que queda, va a cuenta de los diseñadores. Mostrar la colección en la antigua Cibeles requiere además un esfuerzo adicional, pues en ocasiones la colección se crea pensando exclusivamente en su presentación en Madrid con prendas que luego no se comercializarán y que son usadas como mero escaparate. La pasarela, en el fondo, es un espectáculo y en apenas 15 minutos hay que darlo todo: conseguir un front row potente, despertar el interés de la prensa internacional presente y omnipresente, seducir a los periodistas y estilistas españoles para ver la firma en las noticias y conquistar al gran público para que la ropa creada se venda, y es que a veces se olvida ese último objetivo, que en realidad fue el primero: hacer de la moda española una industria.

Con las 30 velas ya apagadas la tarta de cumpleaños celebra un trabajo a medias realizado. No se ha conseguido crear una industria poderosa, pero el solo hecho de seguir en pie como conjunto puede considerarse todo un éxito. Siendo el país de origen de bombazos textiles como Zara o Mango, da rabia esa falta de notoriedad internacional de nuestra moda. Nombres aislados como Custo, Davidelfin o Delpozo, triunfan por ahí fuera- pagando un coste también- y a otros sin embargo les va mejor dentro, como a Amaya Arzuaga, que dejó Londres y supera la crisis desde España sin perder su filón exportador.

En la Mercedes-Benz Fashion Week, la prensa internacional tiene su sitio aparte y desde allí contemplan nuestra pasarela bajo esas siglas “MBFWM”, que al juntarse mágicamente al menos nos sitúan en el calendario internacional. Al otro lado de la grada, a los chic@s de los medios nacionales todo el tiempo se nos escapa sin querer y seguimos denominando a nuestra semana de la moda como “Cibeles”, y cuando decimos Cibeles en realidad estamos hablando de cinco o seis días de convivencia, de horas y horas escribiendo, o fotografiando, y de estar compartiendo al fin, ese maravilloso espectáculo, el mejor espectáculo del mundo, que es la moda.