El pasado 19 de febrero se inauguraba en París una exposición dedicada a Picasso y Calder. En el mes de septiembre, esta misma exhibición podrá ser visitada en el Museo Picasso de Málaga. Esta es, sin duda, alguna, una de las pocas veces en las que ambos van a compartir algo más que la sala de un museo para mostrar que sus creaciones se complementan a la perfección.
La idea ha partido de dos de los nietos de los artistas. Por lo que parece, tanto Picasso como Calder habían coincidido en el tiempo durante su prolífica vida profesional. La primera vez que Picasso vio a Calder fue en la Galería Percier de París. Corría el año 1931 y Picasso realizó una visita privada a la exposición donde coincidió con un treintañero Calder. El malagueño tuvo tiempo de presentarse y de examinar a fondo las obras del americano. Lo que llama realmente la atención es que ambos tenían como amigo en común a Joan Miró. Pero no eran amigos entre sí debido a que Calder no hablaba francés ni el malagueño inglés.
Durante años estuvieron exponiendo y coincidiendo en las mismas galerías, exposiciones y eventos artísticos, pero nunca se fraguó una amistad entre ellos. En Estados Unidos, Calder era considerado “el Picasso estadounidense”. Puede que al propio genio malagueño aquella comparación no le llegara a sentir demasiado bien. Las comparaciones son siempre odiosas. Nunca lo sabremos. Pero que ambos conocían la obra del otro, de ello no se tiene ninguna duda al respecto.
Lo bueno de ese interés mutuo es la ingente producción de obras abstractas que tenemos de ambos artistas. Por ello, en esta muestra se reúnen más de 120 piezas de Picasso y Calder que el público puede disfrutar sin necesidad de comparativas. El tema principal que aúna a los dos artistas es el vacío. Sin embargo, Picasso hizo su reflexión sobre el vacío a través desde el yo interior, desde la emoción interna, mientras que Calder lo hizo a través del yo intelectual, la mente, la curiosidad.
Una misma temática puede sugerir diferentes enfoques con resultados más próximos de lo que se puede pensar. Con ello, tanto Picasso como Calder demuestran estar en sintonía con las corrientes estilísticas y de pensamiento de los años en los que desarrollaron sus respectivas obras y cómo sus diferentes puntos de vista estaban más cerca de lo que imaginaban.
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