Entre películas del espacio, películas que ganaron Sitges, películas con protagonistas de Oscar y películas propias de la Navidad inminente, puede que la que os traemos hoy haya pasado desapercibida. Precisamente por ello, queremos hablaros de esta historia imprescindible tanto para pequeños como para mayores: The Boxtrolls.

the-boxtrolls-still-01-636-380La película forma parte de la, hasta la fecha corta, filmografía de la productora Laika, responsable de obras como Los mundos de Coraline, su película más conocida y más aclamada por público y crítica. Coraline recaudó en su día (se estrenó en 2009) 125 millones de dólares en taquillas y a pesar de que la productora Laika no consiguió llevarse un gran porcentaje de esa cantidad debido a los costes de publicidad y marketing, sí que fue Coraline la película que consiguió aportar algo de luz a la productora de cara a próximos proyectos. Unos cuantos años y un Paranorman después, ha llegado a nuestras pantallas The Boxtrolls, la película que viene a redondear los tres trabajos previos de Laika, sin lugar a dudas.

The Boxtrolls cuenta una historia a lo «libro de la selva» un tanto peculiar. Un niño humano que, por circunstancias que aquí no revelaremos, es criado desde bebé por unas criaturas llamadas boxtrolls, unos seres menudos y de piel grisácea, que hablan un idioma extraño, que llevan cajas de cartón a modo de «caparazón» y que son horriblemente temidos por los humanos.

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Uno de los mayores retos de The Boxtrolls ha sido la creación de marionetas, ya que en palabras de la supervisora de la fabricación de las mismas, G. Hayns, se buscaba que «pudieran esconder y sacar los brazos y piernas dentro y fuera de sus cajas.» Una de las situaciones más habituales en la película, ya que este gesto es el mecanismo de defensa de los inocentes Boxtrolls. Fue ésta una de las mayores alegrías primero, y desgracias después, del equipo responsable de crear a los Boxtrolls, ya que en un principio se contaba con que las extremidades pudieran hacerse retráctiles digitalmente, cosa que luego resultó no ser así, dando más de un dolor de cabeza a los animadores.

Además de los brazos y piernas, las caras fueron llevadas a la vida usando animación por reemplazo, lo cual no es otra cosa que cambiar las partes de la cara frame a frame para recrear el movimiento deseado y consiguiendo así una máxima realidad. Para conseguir esto, se construyeron para The Boxtrolls la friolera de 53.000 partes faciales intercambiables, que incluían partes faciales de los 190 seres Boxtroll que fueron construidos, y de los humanos que también pueblan la película. Todas y cada una de las secuencias fueron primero animadas en 2D y luego en 3D, antes de que la secuencia en si fuera filmada. Este detalle conlleva el doble o el triple de trabajo que en una producción stop-motion rodada del modo habitual, pero permite a los animadores saber qué expresiones faciales faltan por crear antes de lanzarse a rodar la secuencia.
Para el coloreado de las marionetas se usaron impresoras 3D y se colorearon digitalmente, lo que implica severos problemas a la hora de definir los colores, ya que la gama de las imprentas y del color que vemos en la pantalla no llega a ser del todo el mismo.
La creación de los vestidos largos de las mujeres que aparecen en la película y la recreación de las ondas del agua, fueron otros de los quebraderos de cabeza de los creadores; en el caso de los vestidos, era necesario (para la secuencia de baile, entre otras cosas) que dichos trajes tuvieran caída, que no quedasen aplomados. Para el caso del agua, no había ninguna técnica capaz de recrear fielmente el movimiento del agua al pisarla. Finalmente la técnica del lasser cutter y un hilo de pescar rescataron a todo el equipo de morir con el cerebro frito. Una vez más, la metodología poco usual aplicada con un poco de imaginación puede acabar siendo solución a grandes dilemas.

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The Boxtrolls es la prueba de que lo gótico también puede funcionar para el público infantil, de que un guión no debe ser siempre cómplice del espectador. Y en el fondo, no sabemos qué es lo que hace a la película tan particular, pero os aseguramos que tiene algo que la hace especial. Algo que ver tiene su guión absolutamente plagado de referencias (momento Monty Python includo) que se fusiona perfectamente con esa realización en stop motion que aunque haya contado con técnicas avanzadas, sin embargo parece de lo más añeja, le da un toque original y la convierte en muy fácil de comprar visualmente. El resultado de esta fusión en The Boxtrolls se traduce en una película con espíritu, fresca, que emociona, que le da una vuelta a la gente ignorante por naturaleza, a la gente que da por sentadas las cosas porque la mayoría las piense, es una película joven, pero madura. Entrañable, pero contundente. Y es algo muy, muy importante, algo que muestra que la película no pretende quedarse en la superficie de ser animación para un público sólo infantil: The Boxtrolls ironiza consigo misma, se ríe de si misa, algo que no todas saben hacer. Prueba de ello: la secuencia final de la película (hablamos de la secuencia post-créditos). Conscientes de que llega a haber hasta 3 clímax distintos en el final de la película y cuando ya nadie lo esperaba, los creadores deciden regalarnos esta secuencia final comiquísima. Reírse de uno mismo, al final esa es la clave de la vida. Eso, y llegar a casa en tobogán, como los boxtrolls.

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