Que hay formas y formas de pasar la cuarentena, eso lo sabemos todos. Durante todo este tiempo de confinamiento, hemos podido ver imágenes a través de televisión, redes sociales, internet… de cómo muchos han dado el do de pecho ante esta circunstancia. Comentarios aparte, que seguramente suscitarían todo tipo de posiciones al respecto, todos hemos llegado a la conclusión que no es lo mismo estar confinado en un piso que un chalet. Ante este dilema, hoy os vamos a presentar una serie de casas que pretende ser un amplio muestreo de cómo se está pasando la cuarentena en todo el mundo.

Siempre hemos dicho que los japoneses están en otro nivel de vida. Muy por encima del resto de sus compañeros de planeta. Viajar a estas latitudes supone un choque potente de dos culturas muy diferentes en todos sus aspectos. Se podría decir que visitar una ciudad como Tokio puede ser parecido a haber llegado a la estación espacial de Marte. Tu cerebro europeo puede colapsar ante tanta novedad. Y aunque esa no es nuestra intención, la casa NA puede ser un ejemplo de ese abismo cultural. Una casa casi en su totalidad transparente, con amplias cristaleras en todo su contorno, permite ver todo lo que ocurre en el exterior y no sentir la necesidad de salir a la calle, aunque sea para pasear al perro. Sus juegos exteriores permiten plataformas donde sentarse y tomar el aire sin necesidad de pisar el asfalto. Un buen ejemplo constructivo que, en estos duros tiempos de encierro, hubiesen sido un gran acierto en el paisaje arquitectónico patrio.
Pero, ¿y si nos hubiese tocado pasar el confinamiento en un espacio de unos pocos metros cuadrados? Lo que viene siendo, más o menos, el espacio que queda entre dos edificios. En Polonia, existe la casa más pequeña del mundo. En unos 152 centímetros de ancho, Jakub Szczęsny ha construido todo un lugar digno para vivir. Con cocina, baño, dormitorio y sala de estar, la vida puede ser mínima pero placentera. Tiene dos amplias ventanas y unos paneles traslúcidos que hacen que la luz llegue a todos los rincones del lugar. Si uno se queja por estar confinado en un espacio mínimo para vivir, a ver ahora qué podemos pensar sabiendo que la cocina de esta casa sólo puede albergar una mininevera.

Si en Malibú puede haber casas para millonarios, también tiene cabida una extravagante casa en honor a los Picapiedra. Los famosos dibujos de Hanna-Barbera fueron la fuente de inspiración para que el arquitecto William Nicholson levantara una original casa, allá por los años setenta, en pleno apogeo de la serie. Desde luego que, si uno se asoma por la ventana, no verá troncomóviles ni dinosaurios transportando pasajeros en su lomo para entretenerse mientras está en su casa. Como mucho, podrá observar el jardín del vecino disfrazado de Pedro Picapiedra, disfrutando de la famosa frase “yabba dabba doo”, en letras grandes y coloridas, decorando la fachada exterior del edificio.

En la vecina Portugal, no se encuentra la casa de los Picapiedra pero sí una casa en piedra llamada Casa do Penedo. Aviso: este lugar no es apto para claustrofóbicos. Está constituida por cuatro enormes rocas entre las que se ha configurado una casa, fría, húmeda y angosta, pero que cuenta con lo necesario para habitarla. Un lugar poco recomendable para todos aquellos que sufren de “huesos”, como dirían nuestros mayores, ni aquellos con alguna dolencia pulmonar. Como siempre se ha dicho, la humedad es malísima en exceso.

Por último, en Cabo de Hornos, una familia valiente y atrevida pasa sus días confinada en el faro que da luz y guía a los navegantes en las aguas del fin del mundo. Con un paisaje espectacular, alejado del mundanal ruido, este lugar sería el paraje ideal donde pasar la cuarentena. Lo que no me quiero ni imaginar es cuando hubiera que ir al súper para adquirir provisiones. Sería toda una odisea. Entre el barco, los guantes, la mascarilla, la cola de espera fuera del supermercado… al final, no compensa. Lo que se gana en pasear libremente por la isla, se pierde a la hora de aprovisionarse con lo más básico.
Así que, como diría Doroty en el Mago de Oz, al final “no hay lugar como el hogar” para pasar la cuarentena. Para bien o para mal.
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