foxcatcher4Un exluchador grecorromano, Mark Schultz (Channing Tatum), dirige sus palabras a un conjunto de escolares que, con una mezcla de entre asombro y el desconcierto absoluto, asumen cómo el joven les incita a seguir su camino dedicándose al deporte. Han pasado algunos años desde que él estuviera presente en los Juegos Olímpicos de 1984 pero las cicatrices aún pueden percibirse. Un semblante oscuro y apagado, con apenas unas pocas fuerzas para hablar, nos acercan a finales de los 80 y de la Guerra Fría, marco contextual en el que las heridas del gigantón fueron abiertas. Una época de exaltación del sentimiento patriótico por excelencia (y por necesidad) en Estados Unidos. ¿Y qué mejor herramienta que los logros deportivos para esto?

Bajo el mayúsculo afirmativo de que veremos una “historia basada en hechos reales”, los primeros pasos de Foxcatcher son ya toda una declaración de intenciones sobre lo que Bennet Miller, director de la película, nos tiene preparado: una demostración en toda regla sobre la cara, y también la cruz, del deporte y de todas las figuras que alrededor de él revolotean. Si a estas alturas alguien no ha leído o escuchado las historias del personaje principal de esta obra, John Du Pont, que no lo haga. Intentaremos mantener la compostura en favor de la sorpresa final.

El deporte puede dar muchas alegrías, pero también es un mFoxcatcher1undo muy cruel. Y Miller lo sabe. Lo sabe y se regodea en esa idea de falsedad latentete ante la casual conexión de dos desconocidos que deciden, a priori, que pueden ser beneficiosos uno para el otro, dos desconocidos que deciden colaborar porque quieren algo: Mark, ganar y Du Pont, la gloria como entrenador. Ellos son dos de las tres partes de un triángulo completado por el hermano de Mark, Dave Schultz (Mark Ruffalo), el auténtico entrenador en la sombra y ejemplo para su hermano.

Con sus tres pilares, Miller no se detiene tanto en labores competitivas como sí a elaborar casi un estudio psicológico acerca de un egocéntrico empedernido enamorado de su fortuna y con nada más en la vida. Un hombre que ansía por encima de todo un reconocimiento que nunca ha tenido y que se le presenta ahora de la mano de un luchador hambriento de victoria. Un irreconocible Steve Carrell, encarnando al egocéntrico heredero Du Pont, representa no solo a un personaje real, sino a toda la masa de la mediocridad deportiva (y no solo deportiva) que inunda el planeta. Nuevos ricos que, sin tener la menor idea de nada, pretenden recoger los frutos de aquellos que sufren y se entregan a la competición durante, posiblemente, toda su vida.

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Si hay algo que Foxcatcher consigue representar por encima de todo no es la metodología deportiva ni el lado amargo de las competiciones, ni siquiera el lado del peligro psicológico de las mismas. Si hay algo que Foxcatcher representa es el egocentrismo en su máxima potencia. Y su baza está en Du Pont, un niño consentido encerrado en un cuerpo adulto, cuya única máxima es “comprar absolutamente todo con su fortuna” y cuya necesidad de recompensa y de reconocimiento no es gratuita, sino que viene dada por un desapego total de su figura materna a la que ama y odia – desgarradora la escena de los caballos – y a la que siempre quiso enorgullecer, sin conseguirlo. Miller hace que deportista y entrenador casi se mimeticen por momentos, y para bien o para mal lo hace siguiendo un hilo en cuyo transcurso los actos son apenas imperceptibles si no fuera por las entradas y salidas de Steve Carrell, cómico por excelencia, aquí capaz de acongojar con su sola presencia en escena, sin ni siquiera abrir la boca.

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Steve Carrell VS. John Du Pont

El mayor peso de la película recae en él y, como Miller con sus actos, Carrell se transforma casi imperceptiblemente, siendo capaz de transmitir inquietud, terror e incluso pena a partes iguales. El John Du Pont de Bennet Miller y de Steve Carrell es de color gris, es distante, no teme a los largos planos y gélidos.  Foxcatcher da miedo, y Steve Carrell no se corta ni un pelo en que así sea. Pero sobre todo da mucha pena. Pena por el hombre calmado y decidido, pena por el joven perdido, y pena por el multimillonario director de documentales, ornitólogo, filatélico y filántropo (qué jodida maravilla de escena). Y mucho más que eso, Señor Carrell. Bravo.